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martes, 23 de noviembre de 2010

Naturaleza de las enfermedades

Hahnemann habla de la superioridad de la medicina homeopática contra la alopática, aun en las enfermedades venéreas, sin dejar secuelas secundarias, curando así la enfermedad interna fundamental.
Menciona que los tratamientos hechos por la escuela tradicional a las enfermedades crónicas, agravan a las enfermedades y a la fuerza vital poniendo en peligro la vida del enfermo.
Con los tratamientos homeopáticos al tratar a estas enfermedades, el enfermo se recuperaba de su estado crónico sin haber pasado por los tormentos de la medicina tradicional.
Ahora bien, Hahnemann observaba que en ciertos enfermos después de aplicar el medicamento correcto, después de un tiempo, si el paciente estaba expuesto a un cambio brusco en sus hábitos de buena salud, la enfermedad regresaba y en ocasiones agravada con nuevos síntomas. Observo que aun administrándoles el medicamento similar después de la recidiva y sus vidas fueran lo mas ordenas posibles, la enfermedad regresaba. La enfermedad crónica progresaba.
Hahnemann se preguntaba cual era la razón de este comportamiento de la enfermedad crónica en ciertos pacientes? Por que la homeopatía tenía un gran éxito en enfermedades agudas y no en las crónicas no venéreas?
Esto lo llevo al descubrimiento de la naturaleza de las enfermedades crónicas, la cual fue el fruto de varios años de estudio cuidadoso.
Hahnemann ve que la enfermedad no es más que la exteriorización de una enfermedad básica arraigada más profundamente y que queda demostrado por la aparición de nuevos síntomas que aparecen con el tiempo. Ahora el médico debe de descubrir toda la magnitud de los síntomas y encontrar el remedio que cubra íntegramente la enfermedad originaria.  Siguiendo esto, el médico tendrá éxito en la curación.
La enfermedad fundamental, luego de avanzar a cierto grado de desarrollo, jamás podía ser extinguida, así se llevare la vida más ordenada, ni llegaría jamás a extinguirse por si misma. Llevando año con año su evolución hacia síntomas más graves.
Hahnemann descubrió que en los casos crónicos, el paciente había tenido una erupción de sarna (y que esta había sido suprimida) y que todas las manifestaciones de enfermedad eran subsiguientes a esta.
Hahnemann llamo a esta enfermedad básica: Psora (La enfermedad interna de la sarna). Desde casos moderados a severos y de máxima gravedad, tienen este origen.
Las observaciones hechas por Hahnemann acerca de las dolencias de cuerpo y mente son manifestaciones parciales del miasma de la lepra y la sarna, pero que son solo vástagos de una misma enfermedad básica, cuyos síntomas innumerables integran un todo y que deben ser atacadas como fragmentos de una misma enfermedad.
Se pone el ejemplo al tifo, el cual producía diferentes síntomas en las personas pero esos pertenecían a una sola enfermedad. Exactamente ocurre así con la Psora.
Existen tres miasmas: SIFILIS (enfermedad del chancro venéreo), SICOSIS (enfermedad de las verrugas ficoideas), PSORA (enfermedad crónica básica de la erupción de la sarna) {la más antigua, la más difundida, la más destructiva y la menos comprendida.}
La Psora se remonta a los pueblos primitivos, pasando por miles de seres humanos hasta nuestros días. Así, todas las enfermedades habidas tienen su origen en ella.
En la edad media se empezaron a mejorar los hábitos de higiene y alimentación, haciendo que la Psora se manifestara en una sarna corriente casi inadvertida, por lo que la transmisión del miasma psórico se facilitaba.
Ahora con esta manifestación de la lepra en sarna, por las supresiones que se hicieron (por la mala práctica médica), la humanidad está sufriendo de enfermedades crónicas con sus innumerables síntomas secundarios que producen.
Se dan ejemplos de supresiones hechas en pacientes que más tarde presentaron problemas diversos como: Tisis, cólicos hemorroidales, inflamación de pulmones, induraciones, tumores óseos y ulceras por citar ejemplos.

La infección por miasmas

Después de reflexionar sobre estos ejemplos extraídos de escritos médicos de tiempos pasados, a los que podría agregar muchos otros e incluso los de mi propia experiencia, * ¿quién podría ser tan inconsciente como para continuar ignorando el inmenso peligro oculto en lo profundo, la psora, del que la erupción de sarna y sus otras manifestaciones- "tinea capitis", lactumen, empeine, etc., son sólo indicios de que esa monstruosa enfermedad interna ha invadido todo el organismo, son sólo síntomas externos y loca]es que actúan en substitución de la enfermedad original, mitigándola? ¿Quién, después de leer algunos pocos casos de los que se han descrito, podría dudar en reconocer a la psora que, como se ha explicado ya, es el más destructivo de los miasmas crónicos? ¿Quién podría ser tan insensato como para declarar, acompañando así a los médicos alópatas modernos, que la erupción de sarna, tiña o empeine está  radicada sólo superficialmente sobre la piel y en consecuencia puede ser eliminada sin temor alguno recurriendo a medios externos, puesto que lo interior del organismo no participa de tal síntoma y se conserva en salud?
 * Un contradictor que pertenece a la escuela antigua acaba de reprocharme el que yo no haya aportado mi propia experiencia a fin de probar que las enfermedades crónicas, cuando no son de origen sifilítico o sicósico, surgen del miasma de la sarna, aduciendo que tales pruebas extraídas de mi propia experiencia hubieran resultado convincentes. ­Oh!, si los ejemplos que aquí he transcripto, extraídos de escritos antiguos y modernos y pertenecientes a autores que no pudieron ser homeópatas, no son prueba suficiente, ¿qué otros ejemplos (sin exceptuar, por cierto, los que yo aportara) podrían ser considerados pruebas concluyentes? ­ Cuán frecuentemente (quizás debiera decir, siempre) mis contradictores de la escuela secular se han rehusado a admitir la veracidad de las observaciones efectuadas por honorables médicos homeópatas, alegando que ellos no estuvieron presentes en tales circunstancias o que los nombres de los pacientes habían sido substituidos por iniciales!; ­como si los pacientes privados hubieran consentido en que sus nombres fueran publicados! ¿Por qué tendría yo que someterme a semejante exigencia? Y ¿acaso no pruebo mis aseveraciones de modo indubitable y absolutamente libre de toda parcialidad transcribiendo testimonios de las experiencias de tantos otros médicos honestos?*
 ­Por cierto que de todos los crímenes de que son responsables los médicos contemporáneos pertenecientes a la escuela secular de medicina, éste es el más grave, el más vergonzoso, el más imperdonable!
 El hombre que se rehuse a ver, una vez que haya considerado los ejemplos dados e innumerables otros de idéntica naturaleza, que la verdad está  justamente en lo opuesto a tales afirmaciones, se ciega a sí mismo obstinadamente y deliberadamente trabaja por la destrucción de la humanidad.
 ¿O es que tanto ignoran la naturaleza de todas las enfermedades miasmáticas relacionadas con las afecciones de la piel como para desconocer que todas ellas toman un curso similar en sus comienzos? ¿Ignoran que todos estos miasmas son enfermedades internas de todo el sistema antes de que aparezcan sobre la piel sus síntomas externos mitigantes?
 Hemos de elucidar este proceso con mayor claridad y veremos, en consecuencia, que todas las enfermedades miasmáticas que exhiben afecciones locales cutáneas actúan en todo el sistema como enfermedades internas antes de exhibir externamente sus síntomas locales sobre la piel; que únicamente cuando la enfermedad es aguda y ha recorrido su curso de varios días, el síntoma local generalmente se desvanece conjuntamente con la enfermedad interna, quedando el cuerpo libre de ambas; pero que en las enfermedades crónicas los síntomas exteriores, locales, pueden ser eliminados de la piel y hasta pueden espontáneamente retirarse de ella, pero la enfermedad interna -si no ha sido curada- jamás abandona al organismo, ni total ni parcialmente. Por lo contrario, continuamente se incrementa con el transcurso de los años, a menos que sea curada homeopáticamente.
 Debo en este punto hacer un alto para ocuparme de este proceso de la naturaleza, porque los médicos corrientes y especialmente los contemporáneos tienen visión tan deficiente o, más correctamente, están tan ciegos a este respecto que aun cuando pudieran, por así decirlo, tener en sus manos y sentir este proceso del origen y desarrollo de las enfermedades agudas eruptivas de índole miasmática, no supondrían que existe, ni observarían en consecuencia, el proceso similar de las enfermedades crónicas; por ello pontifican que los síntomas locales de éstas son crecimientos e impurezas que meramente existen sobre la superficie externa de la piel, sin que interiormente haya enfermedad fundamental alguna; y así afirman con respecto al chancro y a la verruga ficoidea lo mismo que afirmaron respecto de la erupción de sarna y -por descartar a la enfermedad principal y hasta obtusamente negar su existencia- tratan y destruyen tópicamente tales afecciones locales y continúan ocasionando inenarrables desdichas a la humanidad sufriente.
 Con respecto al origen de estas tres enfermedades crónicas - y lo mismo cuando se trata de enfermedades agudas eruptivas de índole miasmática- debe considerarse, con la máxima atención tres momentos diferentes e importantes:
 1º) el momento de la infección; 2°) el periodo durante el cual todo el organismo está  siendo afectado por la enfermedad que acaba de introducirse y que se desarrolla internamente; 3°) la irrupción de la afección externa, por la cual, la naturaleza demuestra externamente que se ha completado en todo el organismo el desarrollo interno de la enfermedad miasmática.
 La infección por miasmas ya se trate de enfermedades agudas o de enfermedades crónicas como las ya mencionadas, ocurre sin lugar a dudas en un sólo instante, el más favorable para que tal infección se pueda producir.
 La viruela o la vacuna infectan en el instante preciso en que, al vacunar, el líquido mórbido que ha ingresado por la escarificación que sangra, entra en contacto con el nervio que haya quedado expuesto, el que entonces comunica -dinámicamente, instantáneamente, irrevocablemente- la enfermedad a la fuerza vital (y así a todo el sistema nervioso). Producido este instante de la infección, no hay lavaje, mortificación o cauterización, ni siquiera la escisión de la parte afectada que ha recibido la infección, que pueda impedir o anular el desarrollo de la enfermedad interiormente. La viruela, la vacuna, el sarampión, etc., pese a cuanto se haga, habrán de completar interiormente su curso* y la fiebre peculiar de cada uno de ellos comenzará  transcurridos pocos días, una vez que la enfermedad interna se haya desarrollado y completado.
 * Sería procedente esta pregunta: ¿Hay alguna probabilidad de que cualquier miasma, producida la infección desde el exterior, no enferme en primer término a todo el organismo antes de hacer manifiestos sus signos externos? Tal pregunta sólo puede contestarse con un no; en absoluto, no hay posibilidad alguna.
 ¿Acaso no se requieren tres, cuatro o cinco días contados desde el de la vacunación, para que la zona de la inoculación se inflame? ¿Acaso el tipo de fiebre que se presenta que es la señal de que la enfermedad se ha completado- no aparece aún más tarde, cuando ya se ha formado íntegramente la pústula protectora, o sea en el séptimo u octavo día
 ¿Acaso no se requieren diez a doce días contados desde el momento de la infección por viruela, para que se presente la fiebre inflamatoria y ocurra la irrupción de la viruela sobre la piel?
 ¿Qué es lo que la naturaleza ha estado haciendo durante esos diez o doce días con la infección que ha recibido? ¿No ha sido necesario que la naturaleza incorpore previamente la enfermedad en todo el organismo antes de ser capaz de provocar la fiebre y de hacer que la erupción irrumpa por la piel?
 El sarampión también requiere diez a doce días, contados desde la infección o inoculación, antes de que aparezca la erupción con su fiebre. Luego de la infección por fiebre escarlatina deben transcurrir corrientemente siete días antes de que se presente su rojez cutánea.
 Siendo así, ¿qué ha estado haciendo la naturaleza, durante ese intervalo de días, con el miasma que ha recibido?; ¿qué, sino incorporar íntegramente el sarampión o la fiebre escarlatina en todo el organismo viviente, de modo de poder producir la enfermedad correspondiente, con su erupción?*
 El mismo caso se presenta, sin llegar a mencionar otros miasmas agudos, cuando la piel humana ha sido contaminada con la sangre de algún animal enfermo de  ántrax. 1 Si, como es frecuente, se ha producido ya la infección de ántrax, todo lavado de la piel será en vano: la pústula negra o gangrenosa, casi siempre fatal, aparecerá  luego de cuatro o cinco días (y con frecuencia en la zona de la infección), o sea tan pronto como todo el organismo haya sido afectado por acción de esta terrible enfermedad.
 1"Antrax" es la denominación que se da en Inglaterra al carbunco o carbunclo. (González y Floriani, "Enfermedades infecciosas y parasitarias", Edit. Bibl. Arg., p. 316). [N. del T. al C.]1
 Lo mismo ocurre con la infección de miasmas semiagudos, que no producen erupción. Entre las muchas personas mordidas por perros rabiosos sólo unas pocas -gracias al benigno Legislador del universo- son las que resultan infectadas, escasamente un doceavo; a veces yo mismo he pedido constatar tan sólo una entre veinte o treinta personas mordidas. Las demás, pese a quedar muy laceradas por la mordedura, frecuentemente se reponen aunque no sean tratadas por médico o cirujano.* Pero en quienquiera que actúe la infección, ella se ha producido en el preciso instante en que la persona fue mordida, habiéndose el tósigo transmitido a los nervios más próximos y, en consecuencia y sin lugar a dudas, a todo el sistema nervioso; tan pronto como la enfermedad se haya desarrollado en todo el organismo (dado que este desarrollo y consumación de la enfermedad natural requiere como mínimo siete días, a veces muchas semanas) la rabia surge como enfermedad aguda, rápidamente  fatal. Según se dijo, si la saliva infecciosa del perro rabioso ha contaminado realmente, la infección se ha producido irrevocablemente en el instante del contagio, puesto que la experiencia ha demostrado que la escisión inmediata** e incluso la amputación del miembro afectado en modo alguno protege contra el avance interno de la enfermedad; tampoco contra la manifestación clínica de la rabia y así de ineficaces son también esos numerosos recursos que tanto se recomiendan para limpieza, cauterización y supuración de las heridas por mordedura, que en nada impiden la aparición de la hidrofobia. 2
 * Dejamos constancia de nuestro particular reconocimiento hacia médicos ingleses y norteamericanos por estas experiencias tan reconfortantes: los Drs. Hunter y Houlston ("London Medical Journal", vol. 1) y los Drs. Vaughan, Shadwell y Percival, cuyas observaciones han sido incluidas en el tratado de Jam. Mease: "Sobre la hidrofobia", Filadelfia, 1793. *
 ** Una niña de ocho años fue mordida por un perro rabioso el 21 de marzo de 1792, en Glasgow. Un cirujano inmediatamente extirpó totalmente la zona afectada, la mantuvo supurando y administró mercurio hasta que se produjo la salivación característica, lo que se mantuvo durante dos semanas más; no obstante la hidrofobia se presentó el 27 de abril y la paciente falleció dos días después. (M. Duncan, "Med. Comment.", Dic. II, vol. VII, Edinb., 1793 y "The New London Med. Journ.", II).**
 2"La experiencia ha demostrado que las mordeduras que con mayor certeza determinan la rabia son ... sobre todo las que afectaron regiones que por su constitución anatómica poseen mayor riqueza en elementos nerviosos". (González y Floriani, "Ibid", p. 511). "N. del T. al C]2
 Considerando el progreso que hacen estas enfermedades miasmáticas a partir del contagio, claramente se ve que la enfermedad, que ha alcanzado todos los puntos en el interior del ser humano, debe primeramente desarrollarse, es decir que todo el hombre interno debe enfermar -ya sea de viruela, sarampión o fiebre escarlatina- antes de que la erupción pueda aparecer sobre la piel.
 Respecto a todas estas enfermedades miasmáticas agudas, la constitución del ser humano posee esa aptitud que, por regla general, es tan benéfica: la de derivarlas (a la fiebre específica y a su erupción específica) hacia lo exterior en el curso de dos a tres semanas y, por sus propios recursos, eliminarlas del organismo mediante alguna acción decisiva (crisis), de modo que corrientemente y en breve lapso el hombre queda curado de ellas, a menos que sea él quien resulte extinguido.*
 * Estos diversos miasmas agudos semiespirituales una vez que han alcanzado a la fuerza vital en el primer momento del contagio (y cada uno ha producido enfermedad según su índole), como parásitos se propagan rápidamente por dentro y se exteriorizan mediante su fiebre peculiar luego de producir su fruto (la erupción cutánea en su plenitud que, a su vez, es capaz de transmitir su miasma) tienen además la peculiar característica de extinguirse, dejando al organismo viviente en libertad de recuperarse.*
 Por otra parte, ¿acaso no son los miasmas crónicos verdaderos parásitos morbíficos que continúan viviendo en tanto se mantiene con vida el organismo al que han afectado y fructifican mediante la erupción que originariamente han producido (pústula de sarna, chancro y verruga, con su poder de infectar a otros) y que, a diferencia de los miasmas agudos, no mueren ni se eliminan espontáneamente sino que únicamente pueden ser extinguidos, exterminados, por acción de una contrainfección, por obra del poder de una enfermedad medicinal muy similar pero más fuerte (la impuesta por el remedio antipsórico), de modo que el paciente quede libre de ellos y recobre su salud?
 En las enfermedades miasmáticas crónicas la naturaleza sigue igual curso en cuanto respecta a la transmisión del contagio y al periodo previo necesario para la formación de la enfermedad interna, antes de que los síntomas externos -evidencia de que se ha completado internamente la enfermedad- surjan sobre la superficie del cuerpo, pero a partir de aquí aparece su muy notable diferencia con las enfermedades agudas: si el miasma es crónico toda la enfermedad interna, tal como ya ha sido explicado, perdura en el organismo durante toda la vida y, además,  se incrementa año tras año, salvo que sea extinguida y curada totalmente por el arte adecuado.
 A fin de ilustrar lo expuesto sólo me referiré a los dos miasmas crónicos que mejor conocemos: el chancro venéreo y la sarna.
 Durante el coito impuro se produce el contagio específico en el instante preciso del contacto y en el punto mismo de fricción. Si el contagio se ha producido, todo el organismo vivo resulta afectado por él. Inmediatamente después del instante del contagio comienza internamente la formación de la enfermedad venérea por todo el organismo.
 En ese punto de los órganos sexuales por donde la infección ha penetrado, nada extraño se advierte durante los primeros días, nada enfermo, inflamado o excoriado; a esto se debe también que sea inútil todo lavado y asepsia de esas zonas, inmediatamente después del coito impuro. La zona permanece aparentemente sana, solamente el organismo interno es lo que ha sido puesto en actividad por la infección (que generalmente ocurre en un instante) de modo que al incorporársele el miasma, todo el organismo ha sido afectado por la enfermedad venérea.
 Tan sólo cuando este proceso de contaminación de todos los órganos por la enfermedad ha se totalizado y todo el individuo se ha trocado en hombre venéreo o, lo que es igual, cuando el despliegue de la enfermedad venérea se ha completado, sólo entonces la naturaleza enferma procura mitigar al mal interno, atenuarlo, mediante la producción del síntoma local, que primeramente toma el aspecto de vesícula (ubicada, por lo general, en el punto originariamente infectado) y luego irrumpe como úlcera dolorosa, a la que se denomina chancro; éste no aparece antes de que hayan transcurrido cinco, siete, a veces catorce días y algunas veces. aunque raramente, hasta tres, cuatro o cinco semanas a contar desde el día de la infección. En consecuencia ésta es, manifiestamente. una úlcera venérea que actúa en substitución de la enfermedad interna y que ha sido producida por el organismo desde su interior una vez que se ha vuelto totalmente venéreo; tal úlcera es capaz de transmitir por contacto el mismo miasma a otros seres humanos, es decir, transmitir la misma enfermedad venérea.
 Si toda la enfermedad que de este modo se está  manifestando fuese extinguida a su vez mediante su remedio específico administrado internamente, entonces el chancro también sería curado y el individuo recuperaría su salud.
 Pero si, inversamente, el chancro fuere extirpado mediante aplicaciones locales* antes de que la enfermedad interna hubiere sido curada -y aún hoy ésta es práctica diariamente llevada a cabo por los médicos de la escuela secular- entonces la enfermedad miasmática, crónica y venérea persistirá dentro del organismo como sífilis y, de no ser curada íntegramente, se agravará  de año en año hasta el final de la vida del hombre, puesto que ni la constitución más robusta es capaz de extinguirla.
 *La enfermedad venérea no solo se desenfrena cuando el chancro ha sido extirpado mediante cauterio -en cuyo caso algunos casuístas mentalmente distorcionados, suponen que la sífilis es el resultado del rechazo hacia el interior del cuerpo, sano hasta ese momento del tósigo proveniente del chancro- más también irrumpe la enfermedad venérea cuando el chancro desaparece sin que haya mediado tratamiento alguno externo lo que confirma una vez más, por si fuere necesario, la indudable existencia previa de la sífilis en el organismo. Dice M. Fabre ("Lettres, supplément son traité des maladies vénériennes" París, 1786: "Ablación restringida de los 'labia minora' sobre los que ha tenido su asiento un chancro venéreo desde días atrás, la herida ciertamente cura pero la enfermedad venérea no obstante, se disemina".
 ­Desde luego!, puesto que la enfermedad venérea ya se había diseminado interiormente por todo el cuerpo, aún antes de que hubiera aparecido el chancro*.
 Tan sólo por medio de la curación de la enfermedad venérea que ha minado, interior y totalmente, al cuerpo (curación que he practicado y enseñado durante muchos años) es que el chancro, su síntoma local, será  curado simultáneamente y del modo más radical, para lograr lo cual es de rigor prescindir de toda aplicación externa que tienda a su eliminación y ello porque la mera destrucción del chancro en su asiento, cuando no ha sido precedida de la curación del individuo respecto de su enfermedad interna es seguida, con absoluta certeza, del estallido de la sífilis con todos sus sufrimientos.
 La psora (la enfermedad de la sarna) es, como la sífilis, enfermedad miasmática crónica y su desarrollo es, al principio, también similar.
 Pero la enfermedad de la sarna es el más contagioso de todos los miasmas crónicos, mucho más infeccioso que los otros dos miasmas, la enfermedad del chancro venéreo y la enfermedad de las verrugas ficoideas. Para que llegue a producirse la infección por estos dos miasmas se requiere que se haya ejercido cierta fricción sobre superficies delicadas del cuerpo, las más inervadas y a las que recubra la cutícula más tenue, tales los órganos genitales, aunque el miasma también pueda introducirse al tomar contacto con alguna zona lesionada. Pero el miasma de la sarna sólo necesita tocar cualquier punto de la piel, con mayor facilidad si se trata de niños pequeños. La predisposición para ser afectado por el miasma de la sarna se halla en casi todos los humanos, cualesquiera sean las circunstancias, lo que no ocurre con los otros dos miasmas.
 Ningún otro miasma crónico infecta a tanta gente, con tanta seguridad y facilidad como el de la sarna; lo repito: es el más contagioso. Se transmite tan fácilmente que hasta el médico, por la premura en atender a un paciente tras otro, al tomar el pulso, inadvertidamente contagia* a otros pacientes; lavarse empleando lejía contaminada, ** probarse guantes que se haya puesto ya alguien afectado, hospedarse en albergues de paso, emplear para secarse la toalla que ante haya usado algún otro; todo puede servir como detonante del contagio. Hasta un bebe, al nacer, puede ser infectado por órganos de la madre ya infectados por esta enfermedad, lo que desgraciadamente no es raro; también el recién nacido puede recibir tan lamentable infección de las manos de la partera, que a su vez puede haber sido infectada por alguna parturienta previamente atendida, que tuviera ya esta infección; también un lactante puede ser infectado por su nodriza o, en tanto se le tiene en brazos, por sus caricias o por las de cualquier persona con manos contaminadas. Es imposible detallar la infinidad de objetos contaminados que facilitan la transmisión de este miasma invisible y que pueden ser tocados por el ser humano en el curso de su existencia y respecto de los cuales no es posible que la humanidad sea prevenida o protegida; tanto es así que los hombres que jamás hayan sido infectados por la psora constituyen excepción. No es preciso rastrear las causas de la infección hasta los hospitales atestados, las fábricas, las prisiones, los orfanatorios o las miserables viviendas de la gente muy pobre; la sarna se introduce también entre la gente pudiente, tanto entre los que llevan vida muy activa como entre quienes viven en total aislamiento. Es tan difícil que pueda eludirla el eremita en el Monasterio de Montserrat, dentro de su celda cavada en la roca, como el pequeño príncipe envuelto en pañales de batista.
 *Car. Musitani: "Opera de tumoribus", cap. 20. *
 **Según hace notar Willis, en Turner: "Des maladies de la peau", traducido del inglés, París, 1783, t. II, cap. 3, p. 77. **
 En cuanto el miasma de la sarna toca, por ejemplo, la mano, en el instante en que ello se produce, ya no es más contagio local. En consecuencia, todo lavado o asepsia de esa zona es inútil. Nada se advierte sobre la piel durante los primeros días; ningún cambio y, en apariencia, la piel sigue estando sana. No se advierte erupción ni comezón alguna durante esos días, ni siquiera en el punto por donde ingresó la infección. El nervio que primeramente fue afectado por el miasma ya lo ha transmitido imperceptiblemente, dinámicamente, a todos los demás nervios del cuerpo y al instante el organismo viviente, inadvertidamente, ha quedado tan inficionado por esta excitación específica que se ve constreñido a incorporar gradualmente el miasma hasta que el hombre se torna íntegramente psórico y así se completa el desarrollo interno de la psora.
 Tan sólo cuando todo el organismo ha sido perturbado por esta enfermedad miasmática, crónica y peculiar, es que la fuerza vital afectada procura aliviar, mitigar la enfermedad interna y a tal fin establece sobre la piel el síntoma local adecuado. En tanto esta erupción se mantenga, la psora interna con sus afecciones secundarias no puede desenfrenarse y habrá  de permanecer contenida, encubierta, dormida, latente.
 Es frecuente que la transformación total interna del organismo hasta el estado psórico requiera seis, siete o diez, hasta catorce días contados desde el momento de la infección. Sólo al cabo de ellos se experimenta, al atardecer, un escalofrío más o menos moderado y luego acaloramiento general, sucedido esa misma noche por transpiración (se trata de algo de fiebre que muchas personas adjudican a algún resfriado y en consecuencia le restan importancia), luego se produce el brote de las vesículas de sarna, diminutas en principio como las producidas por la fiebre miliar, pero que posteriormente se extienden sobre la piel* comenzando por la zona donde se produjo la infección inicial, acompañadas de notable cosquilleo, de cierta comezón voluptuosa que ha podido ser descrita en términos de "insoportablemente agradable" (Grimmen), que tan irresistiblemente compele al enfermo a rascarse y restregar las vesículas pruriginosas, que si una persona se reprimiera de hacerlo un estremecimiento le recorrería todo el cuerpo. Por cierto que este restregar y rascarse tan sólo satisface algo y durante los primeros instantes, puesto que inmediatamente sigue cierto ardor en la región afectada, el que persistir . Durante las últimas horas de la tarde y antes de la medianoche, esta comezón es más frecuente y más insoportable.
 *Las vesículas o pústulas de sarna de ningún modo constituyen alguna enfermedad cutánea independiente, meramente local; por lo contrario, son la prueba fidedigna de que se ha completado la psora en lo interno y la erupción es meramente uno de los síntomas que la integran, puesto que esta erupción y esa comezón peculiares forman parte de la naturaleza de toda la enfermedad en su estado natural de menor riesgo.*
 En las primeras horas de su formación las vesículas de sarna contienen linfa clara como agua, pero ésta rápidamente se va convirtiendo en pus, que llenará la parte superior de la vesícula.
 La comezón no sólo obliga al paciente a restregarse sino que, a causa de su intensidad -como se ha explicado- a rascarse hasta abrir las vesículas y así el humor, forzado a salir, procura material abundante para infectar a cuanto rodea al paciente, incluyendo a otras personas libres aún de la infección. Las extremidades contaminadas por esta linfa así sea en grado imperceptible, al igual que los artefactos sanitarios, las ropas y los utensilios de toda índole, propagan la enfermedad por simple contacto.
 Este síntoma cutáneo de la psora cuando ya ha invadido a todo el organismo (y que recibe el nombre de sarna cuando se hace manifiesta y puede ser apreciada por los sentidos), así como las úlceras que posteriormente se originan de ella y que en sus bordes producen la comezón peculiar de la psora, también el herpes con tal comezón peculiar y que resuma humedad cuando es restregado (empeine) y también la "tinea capitis", son los únicos que pueden propagar la enfermedad a otras personas, puesto que sólo ellos contienen el miasma transmisible de la psora. Pero los síntomas restantes de la psora, que a su tiempo se manifiestan una vez que la erupción ha desaparecido o ha sido artificialmente eliminada, en modo alguno pueden transmitir esta enfermedad. En la medida de nuestros conocimientos ellos son tan poco aptos para transmitir la psora, como son los síntomas secundarios de la sífilis aptos para infectar a otros individuos con la enfermedad venérea (según lo observó primeramente John Hunter)3.
 3"Naturalista y cirujano escocés (1728-1793). Famosa es la doble pregunta con que resumía su prédica: '¿Para qué pensar? ¿por qué no experimentar?". (Extractado, P). Fue Hunter de los precursores en la reacción contra el empleo del latín como idioma imprescindible de la ciencia, exponiendo sus enseñanzas en lengua vernácula, lo que mucho ayudó a la difusión y progreso de las ciencias. [N. del T. al C.]3
 En cuanto haya comenzado a manifestarse la erupción de sarna y en tanto no se haya diseminado extensamente, nada del mal interno de la psora podrá  ser advertido en el estado del paciente. El síntoma eruptivo actúa en substitución del mal interno y mantiene latente y, por así decirlo, confinada a la psora y a sus dolencias secundarias.* Es en este estado cuando la enfermedad puede ser curada con más facilidad mediante remedios específicos administrados por vía interna.
 *Del mismo modo el chancro, cuando no ha sido extirpado actúa en substitución de la sífilis interna mitigándola y no permite el estallido de la enfermedad venérea en tanto no sea agredido en su asiento. Yo examiné a una mujer que estaba totalmente libre de síntomas secundarios de la enfermedad venérea y hacia más de dos años que tenía un chancro en el mismo lugar, el que no había sido objeto de tratamiento alguno y que había crecido hasta alcanzar gradualmente, un diámetro de casi una pulgada. La administración por vía interna de Mercurius en su preparación más adecuada, curó pronta e íntegramente no sólo a la enfermedad interna, más también al chancro.*
 Pero si se permite que la enfermedad avance en su curso peculiar por no recurrir al remedio que internamente la puede curar (o si se recurre a algún tratamiento externo que elimine la erupción en cuyo caso la enfermedad interna íntegra se incrementara  rápidamente) tal incremento del mal interno hará  necesario un incremento proporcional del síntoma cutáneo. La erupción sarnosa, en consecuencia, a fin de seguir siendo capaz de mitigar y mantener latente al mal interno que se acrecienta, debe diseminarse hasta cubrir, finalmente, toda la superficie del cuerpo.
 Y hasta en este apogeo de la enfermedad el paciente parece aún estar en buena salud en cuanto se refiere a todos los aspectos restantes: todos los síntomas de la psora interna, ahora tan incrementados, permanecen encubiertos todavía y mitigados por la presencia del síntoma cutáneo aumentado en la misma proporción. Pero semejante tortura, la insoportable comezón extendida por todo el cuerpo, finalmente doblega al hombre más fuerte. El enfermo procura librarse de tales tormentos a cualquier precio y como no puede encontrar ayuda verdadera apelando a los médicos de la vieja escuela, intenta por lo menos desembarazarse de esta erupción que pica insoportablemente, así sea con riesgo para su vida y pronto los facultativos de la escuela alopática, u otras personas igualmente ignorantes, le proveen los medios. El paciente clama por que se le libere de sus torturas externas, aunque no sospecha toda la miseria que inevitablemente seguirá a la extirpación del síntoma cutáneo externo que hasta ese momento ha estado actuando en substitución de la creciente enfermedad interna de la psora, lo que ya ha quedado suficientemente explicado.
 Pero cuando logra eliminar su erupción de sarna mediante aplicaciones externas, el paciente se expone a desgracia similar y actúa con tanta insensatez como la persona que para librarse rápidamente de su pobreza y según supone, ser feliz con ello, robara alguna suma importante de dinero y consecuentemente fuera enviada a la cárcel  y al patíbulo. 4
 4 Suena a exageración este comentario, pero según la pragmática vigente hasta la promulgación del código penal español de 1822, el rey don Felipe V establecía: ". . . a toda persona que teniendo diecisiete años cumplidos le fuera probado haber cometido un hurto en Madrid. . . en cualquiera que fuese su cuantía... se le impondrá pena capital, sin que esta pena pueda ser permutada por otra más suave o más benigna". (Extractado, DEHA, artículo: "Robo"). (N. del T. al C.]4
 Cuanto mayor sea la antigüedad de la enfermedad de sarna y ya sea que la erupción, como ocurre con frecuencia, se haya diseminado por una gran superficie de la piel o que, debido a alguna peculiar falta de actividad cutánea, la erupción se haya limitado a pocas vesículas, * *Reléase la observación Nº 86, en la página 84. * en ambos casos la eliminación de la erupción de sarna, por pequeña que haya sido su extensión, es seguida de las más destructivas consecuencias debido a que la enfermedad interna bien al tiempo transcurrido, se ha incrementado en alto (la psora) con su infinidad de padecimientos y debido también al grado y estalla inconteniblemente.
 En el hombre que carece de instrucción el desatino de eliminar la erupción sarnosa y la comezón atormentadora mediante duchas frías, ventosas, frotándose con nieve o restregándose toda la epidermis o sólo la piel a nivel de las articulaciones con azufre mezclado con grasa de cerdo puede ser admitido, puesto que no sabe que está facilitando la peligrosa eclosión del mal psórico que acecha en lo interior. Pero ¿qué disculpa pueden tener aquellos hombres cuya tarea y cuya responsabilidad son conocer la gravedad de las infinitas consecuencias que inevitablemente habrán de suceder como resultado de la eliminación externa de la erupción sarnosa provocada por la psora y a la que así se activa en todo el organismo, circunstancia que debe evitarse a toda costa mediante la curación, a conciencia, de toda la enfermedad?.* No obstante, es posible ver a todos ellos tratando a los enfermos de sarna en la misma y errónea manera: recurriendo a remedios internos y externos de los más agresivos, a purgantes enérgicos, al ungüento de Jasser, a lociones que contienen acetato de plomo, sublimado de mercurio o sulfato de cine, preferentemente a la untura preparada con grasa y azufre sublimado o con preparaciones a base de mercurio; con ellos destruyen desaprensiva y negligentemente la erupción, declarando: "tan sólo se trataba de una impureza localizada en la piel y debía ser eliminada; ahora todo está  en orden y el paciente ha quedado sano y libre de toda dolencia". ¿Quién podría juzgarlos con benignidad advirtiendo que no están dispuestos a aprender, ya sea de los muchos casos registrados por observadores previos, más conscientes, que formularon sus advertencias, ni de los casos que con frecuencia, hasta diariamente, se presentan ante sus ojos? Y sin embargo, no pueden ver y jamás llegarán a convencerse del desenlace rápidamente fatal o de la psora insidiosa que se desencadenará como maldición durante toda la vida del enfermo de sarna por haber eliminado su erupción, puesto que esta enfermedad interna contiene infinidad de dolencias. Esta enfermedad no ha sido curada, ni eliminada y así es como este monstruo de mil cabezas, en lugar de haber sido doblegado, queda totalmente en libertad de agredir al paciente y desengañarle de su pretendida destrucción, puesto que han sido derribadas las barreras que lo contenían.
 *Porque aun cuando la enfermedad psórica haya alcanzado su apogeo, tanto la erupción como el mal interno, es decir, toda la psora, puede aún ser curada por remedios homeopáticos internos, por cierto que con mayor dificultad que inmediatamente después de haber sido contraída pero no obstante con mucha mayor facilidad y certeza que luego de haber sido eliminada la erupción por medio de aplicaciones externas. En este caso nos vemos forzados a curar la psora interna cuando ya está  manifestando sus síntomas secundarios y desarrollándose en alguna de sus incontables enfermedades crónicas. Aun cuando la enfermedad psórica haya avanzado hasta ese punto puede ser curada íntegramente, con total certeza, juntamente con su erupción externa, si se recurre a remedios internos adecuados y se prescinde de todo tratamiento local, así como la enfermedad del chancro venéreo puede ser curada con certeza y facilidad por una dosis única, mínima, de mercurio preparado del mejor modo y administrado por vía interna, lo que hace que el chancro -sin haber sido tratado con remedio externo alguno- muy pronto se convierta en úlcera benigna y en pocos días más sane hasta el punto de que será  imposible percibir vestigio de los síntomas secundarios de la enfermedad venérea, puesto que el mal interno ha sido curado simultáneamente con su síntoma local. Lo que aquí afirmo lo he enseñado oralmente y por escrito durante muchos años y lo he probado en la práctica.
 Entonces. ¿cómo podríamos disculpar a esa legión de médicos que hasta hoy -y por más de trescientos años- han estado tratando esta difundida enfermedad venérea y continúan ignorando su naturaleza y que cuando contemplan un chancro suponen que nada más hay enfermo en el paciente, sin reparar en la sífilis ya activa internamente y desarrollándose por todo el organismo, antes aún de que hubiera surgido el chancro? Y así, ciegamente, suponen que el chancro es el único mal venéreo que debe ser extirpado y que basta con destruirlo mediante aplicaciones externas para poder declarar curado al enfermo. ¿Cómo es posible que de tantos miles de experiencias no hayan aprendido que eliminando localmente al chancro no han hecho más que daño, al haber desprovisto a la sífilis, ya existente en lo interior, de su síntoma local -que le estaba restando virulencia- y haber obligado así al mal interno a desencadenarse como enfermedad venérea en el modo más cierto y temible (y más difícil de curar)? ¿Que excusa podría encontrarse para concepto tan generalizado, distorsionado y pernicioso?
 ¿Y por qué estos médicos jamás han reflexionado sobre el origen de las verrugas con forma de higo? ¿Por qué siempre han pasado por alto la enfermedad interna generalizada, que es la que provoca tales excrecencias? Tan solo cuando esto es reconocido es que ellas pueden ser curadas radicalmente por medio de remedios homeopáticos que, sin necesidad de recurrir a medios externos de destrucción, curan a esas verrugas ficoideas.
 Pero si se ofreciese, para disculpar ignorancia y negligencia tan lamentables, algo que se pareciese a una excusa y se argumentara que estos médicos sólo han tenido tres siglos y medio para discernir con claridad la verdadera naturaleza de la sífilis y que se requiere práctica más extensa para captar tal verdad (en vano yo he tratado de convencerles de su error hace ya varios años y desde entonces he insistido de tiempo en tiempo), quedaría no obstante sin excusa esa otra negligencia médica generalizada -y mejor diría, obstinada ceguera- al no haber reconocido en la raíz misma de la sarna a la enfermedad interna preexistente, la psora, que infecta a la humanidad desde hace miles de años y cuyas evidencias ellos han ignorado en su orgullosa superficialidad y hasta abandonar este mundo seguirán sosteniendo en su destructiva infatuación que: "las pústulas que producen comezón insoportable son solamente afección superficial de la piel y mediante su extirpación local se le evita al hombre la propagación de la enfermedad y se le sana completamente".
 No se trata de ocasionales escritores de temas médicos, no, sino de los médicos más notables y celebrados de los tiempos modernos quienes se han hecho culpables de tan lastimoso error (tal vez debiera decir crimen intencional), desde van Helmont hasta los más recientes cultores de la práctica médica alopática.
 5 Jan Baptista van Helmont, médico y químico flamenco (1577-1644). [N. del T. al C.]5
 Mediante el uso de los remedios ya mencionados por cierto que han logrado su propósito: eliminar la erupción de la piel y también la comezón y en su intoxicación mental han supuesto (por lo menos así lo pretenden) haber destruído totalmente la enfermedad misma, dando por curados a los pacientes que de tal modo fueron maltratados y asegurandoles que nuevamente estaban gozando de buena salud.
 Todos los sufrimientos que siguen a esta destrucción unilateral de la erupción cutánea y que naturalmente pertenecen a la índole de la psora, ellos los han atribuído a alguna enfermedad recientemente surgida y que respondería a cualquier otro origen. En su estrechez mental nunca han admitido considerar los testimonios sinceros y elocuentes de los muchos observadores honestos que les precedieron, quienes registraron las consecuencias lamentables de la eliminación local de la erupción de sarna, poniendo de manifiesto entre ambas vinculación tan estrecha que todo hombre se vería en el dilema de repudiar a su razón si no reconociera que tales consecuencias son el resultado inmediato del gravísimo mal interno (la psora) que al ser privado de su síntoma local, la erupción cutánea -destinada por la naturaleza a aliviarlo- ha compelido a tal mal interno, que continúa intacto, a manifestarse irrumpiendo con sus síntomas secundarios. 6*
 6 Ha transcurrido más de siglo y medio y esta práctica médica que denuncia el Dr. Hahnemann al reprobar la eliminación del síntoma cutáneo continúa invariable, pero han disminuído las posibilidades de vincular al efecto con su causa, debido a la difusión de las especializaciones en medicina: el especialista en enfermedades de la piel aplica el tratamiento, externo o interno, que elimina al síntoma cutáneo y cuando, meses después quizás, se produce el estallido de la enfermedad básica los síntomas son tan insólitos y de tanta gravedad, que ya no es el especialista de piel el médico al que se recurre y así, ni el médico anterior, ni el actual que enfrenta las consecuencias, ni el enfermo, pueden advertir la secuencia tan diferente en su exteriorización cuanto diferida en el tiempo. [N. del T. al C.])6
 Es fácil imaginar, además la experiencia también lo enseña, que cuantos más meses haya durado la erupción sarnosa sobre la piel con tanta mayor seguridad la psora interna, que es su fundamento, debe haber sido capaz de alcanzar, así hubiera sido en lapso relativamente breve, un gran desarrollo y hasta el máximo, temible incremento que también se hace manifiesto en síntomas graves, síntomas que invariablemente se exteriorizan si se extirpa su arraigada erupción.
 Por otra parte es igualmente cierto que la erupción de unas pocas vesículas de sarna que hayan irrumpido pocos días antes, consecuencia de alguna infección reciente, puede ser eliminada con menor riesgo inmediato, puesto que la psora interna que ha invadido a todo el organismo no ha tenido tiempo aún para alcanzar gran desarrollo y preciso es reconocer que la eliminación de esas pocas vesículas de sarna suele no mostrar de inmediato consecuencias malignas, que se expresen violentamente. Es por esta razón que en personas sensibles, de vida refinada, también en sus hijos, sea frecuente no advertir que unas pocas vesículas que picaron violentamente durante algunos días y que fueron tratadas al instante por el diligente médico de la familia mediante alguna pomada o loción a base de plomo y que desaparecieron al siguiente día, estaban sustentadas por la sarna.
 Por insignificante que pueda haber parecido la psora interna al momento de la pronta supresión de la erupción sarnosa, que sólo alcanzó a desarrollar unas pocas vesículas y que ha sido seguida por afecciones o malestares muy moderados (a los que el médico de la familia, por ignorancia, atribuye a otras causas de poca importancia) el mal interno de la psora, aun en ínfimo grado, ya tiene en potencia todas sus características y es, en su índole crónica, la misma enfermedad psórica que se generaliza por todo el organismo. Es decir que si se prescinde del tratamiento médico adecuado, no puede ser erradicada y no basta el vigor de la constitución física más robusta para extirparla, pues seguirá incrementándose hasta el último día de la vida del paciente. Pero cuando a esta enfermedad se la despoja, cuanto antes, de sus síntomas cutáneos mediante aplicaciones locales, por cierto que lo frecuente será  que crezca más lentamente en sus comienzos y sólo pequeños progresos haga en el organismo, mucho menores que cuando se elimina alguna erupción a la que se ha permitido permanecer durante largo tiempo; pues en este último caso el progreso de la psora interna es notablemente rápido. No obstante, tanto en un caso como en el otro, la enfermedad se habrá  de incrementar incesantemente y en los casos benignos y en las condiciones más favorables, lo hará  quietamente, por lo que durante años será  imposible percibirla, hasta el punto de que quienquiera ignore los signos de su presencia latente podría suponer y afirmar que tal persona se halla en buena salud y está  libre de toda enfermedad interna. En tales casos es frecuente que durante años no se manifiesten enfermedades.
 Muchos centenares de observaciones me han familiarizado * gradualmente con los signos por medio de los cuales la psora (el mal de la sarna) latente y adormecida ** en lo interior, puede ser reconocida cuando aún no se ha manifestado como temible enfermedad y ello me ha permitido desarraigar, curar completamente este mal en su misma raíz y con mayor facilidad, y antes de que la psora interna hubiese podido originar alguna enfermedad crónica manifiesta que se hubiera desarrollado alcanzando proporciones tan peligrosas que esas mismas condiciones, por el riesgo que implican, hacen difícil la curación y, en algunos casos, la imposibilitan.
 * Personalmente me resultó más sencillo, si he de compararme con otros, descubrir y reconocer los signos de la psora cuando está  latente y como dormida en lo profundo y también cuando, desarrollandose, ha originado diversas enfermedades crónicas, por medio de la minuciosa comparación del estado de salud de tales personas con el mío propio dado que, lo que en pocos sucede, jamás fui infectado por la psora, desde mi nacimiento hasta ahora en que ya he cumplido ochenta años y por ello he podido permanecer enteramente libre de las dolencias, pequeñas y grandes, reseñadas aquí y más adelante; no obstante, siempre fuí muy propenso a contraer enfermedades agudas epidémicas, quizás por haber estado expuesto a repetidas contrariedades y tensiones mentales.*
 ** La alopatía ha supuesto la existencia en los pacientes de condiciones patológicas ocultas (latentes) a fin de justificar o, por lo menos excusar sus ciegas agresiones llevadas a cabo mediante remedios de acción violenta, sangrías, anodinos, etc. Estas denominadas "cualidades ocultas" según Fernelius 7 son, no obstante, totalmente supuestas e imaginarias dado que (según la afirmación de este mismo médico) se supone que no pueden ser percibidas mediante manifestación o síntoma alguno. Pero para nosotros, seres humanos, cualquier entidad que no haga conocer mediante algún signo su existencia oculta o supuesta, no existe, puesto que el Creador sólo ha limitado nuestra capacidad de conocer de acuerdo a nuestra capacidad de observar y, por consiguiente, tales cualidades invisibles sólo son fantasías surgidas de alguna imaginación desbordada. Totalmente diferente es la índole de las varias fuerzas aletargadas (latentes) en la naturaleza; pese a su persistente clandestinidad ellas se expresan cuando se dan las condiciones requeridas. Por ejemplo, el calor latente 8 hasta en metales que se sienten fríos al tacto se pone de manifiesto cuando son sometidos a fricción, así como la psora se manifiesta mediante tirones en las vainas tendinosas de los músculos cuando la persona infectada ha estado expuesta a corrientes- de aire, etc.**
 7 Jean Fernel, autor de "El Galeno moderno"; médico y escritor francés de temas médicos (1497-1558). [N. del T. al C.]7
 8 El Dr. Hahnemann escribe entre 1828 y 1830 (primera edición) y por ello emplea la expresión "calor latente" -que hoy tiene significado muy diferente- en el sentido vinculado a la teoría del "calórico". " La teoría fue descartada definitivamente en el periodo entre 1840 y 1850- Helmholtz (1821-1894) y Joule (1818-1889) demostraron las relaciones de equivalencia entre calor y trabajo, estableciendo el concepto del calor como forma de energía". (Robert W. Marks, "Diccionario de la Nueva Física R Química", Editors Press Service Inc., New York. [N. del T. al C.]8
 La psora que está  desarrollándose gradualmente en lo interior, aunque esté aletargada y no haya irrumpido al exterior como enfermedad manifiesta, tiene muchos signos9 aunque ningún enfermo los tenga a todos: algunos tienen varios de ellos y otros sólo unos pocos y hasta habrá  quien sólo uno de los signos tenga, aunque con el correr del tiempo exhibirá más signos; respecto de algunos se estará libre solamente durante algún tiempo, de acuerdo a las peculiaridades del organismo o las circunstancias externas prevalecientes.

Vida de Samuel Hahnemann

Samuel Federico Christian Hahnemann Spiess

Samuel Federico Christian Hahnemann Spiess, nació en Meissen Sajonia, el 10 de Abril de 1755. Sus padres Christian Gotfried Hahnemann y Johana Crhistiane Spiess.

El apellido de la familia Hahnemann apareció por primera vez en el registro parroquial del pintoresco pueblo de Lauchstedt, en Prusia, doce kilómetros al sureste de la ciudad de Halle, en las márgenes del Saala, afluente del río Elba. Ese pueblo situado entre las montañas de Thuringia y Saxonia, tenía una población que no excedía de mil habitantes.
Las condiciones de vida eran muy fáciles en el pequeño pueblo de Lauchstedt. Por eso muchas familias fijaban su residencia allí, atraídas por su privilegiada situación y sus encantos naturales.

El nombre Hahnemann reaparece en el registro de la parroquia de este pueblo por última vez, en 1733.
No fue hasta el año de 1748 en donde vuelve a aparecer el apellido Hahnemann en unos registros del casamiento del hermano mayor del padre de Samuel hahnemann en la Iglesia de Nuestra Señora de Meissen.

El 2 de noviembre de 1750, se realizó en la Iglesia Evangélica Luterana de Kötschenbroada, parroquia de Meissen, cerca de Dresde, el enlace matrimonial de Juana Cristiana Spiess, de uno de los regimientos del Duque de Saxe-Weimar, con Cristiano Godofredo Hahnemann, pintor en la fábrica de porcelana, en el pueblo de Meissen. Son estos los que después llegaron a ser los padres de Hahnemann.

Cristiano Godofredo Hahnemann y su esposa Juana Cristiana Hahnemann instalaron su residencia en una casa situada en una esquina de la calle Nueva del mercado con la calle Rastro.  En esta habitación, en 1752, nació el primer hijo de la familia Hahnemann, una niña que fue bautizada con el nombre de Carlota. A 6 de abril de 1753, los futuros padres de Hahnemann adquirieron por 347 taleros, cerca de 1,311 marcos, la casa en que habitaban, donde nacieron todos sus hijos: Carlota, ya mencionada, en 1752; Carlos Gerard en 1754; Cristiano Federico Samuel Hahnemann en 1755; y Samuel Augusto, en 1757.

Meissen, pequeña ciudad de Saxonia, situada en la confluencia de los ríos Elba y Meissen, adquirió en el siglo XVII, gran celebridad, debido a una sustancia allí descubierta, en esa época de gran utilidad artística e industrial, la porcelana.

En el libro del registro parroquial de Meissen se encuentra el nombre de Cristiano Federico Samuel Hahnemann, nacido la madrugada del 11 de Abril de 1755. Esta fecha, 11 de Abril de 1755, se encuentra también grabada en el monumento a Hahnemann en Washington en los Estados Unidos. El mundo Homeopático, sin embargo, celebra el nacimiento del maestro el 10 de Abril.
Hahnemann nació entre el 10 y el 11 de Abril después de la media noche del 10, según su registro parroquial; pero el mismo Hahnemann celebraba su aniversario el 10 de abril.


Cristiano Federico Samuel Hahnemann, fue el tercero de los cuatro hijos del pintor Cristiano Federico Godofredo Hahnemann y Juana Cristiana Hahnemann.
Los hechos relativos a los primeros años de la vida de Samuel Hahnemann permanecen todavía en el dominio de las suposiciones. Ninguno de los miembros de su familia escribió cosa alguna que nos pudiera esclarecer el primer período de su infancia. Las deducciones, sin embargo, nos conducen a reconocer que la infancia de Hahnemann fue feliz, rodeado de los cuidados paternos y maternos, jugando con sus hermanos lleno de alegría y relativo confort, a pesar de los escasos recursos de sus progenitores.
El niño Samuel Hahnemann gustaba de los paseos por los campos, por las márgenes del río Meissen, y de los juegos al aire libre, desarrollándose en él gran placer por la naturaleza.

Era Cristiano Godofredo, padre de Samuel Hahnemann, un espíritu culto. Escribió una pequeña obra sobre pintura de acuarela y no descuidó la educación de sus hijos.
Los padres de Hahnemann, a pesar del trabajo de uno en la fábrica y de las ocupaciones domésticas de la otra en el hogar, fueron los incansables profesores con los cuales Samuel Hahnemann aprendió a leer y escribir. Ellos, escribió el mismo Hahnemann, se esforzaron por elevar el espíritu de su hijo por encima de la vulgaridad.
El padre de Hahnemann rígido en sus principios, él amaba a sus hijos con inteligencia, vivía para ellos y si más tarde trató de oponer algunos obstáculos a los estudios de Samuel Hahnemann, lo hizo en contra de su voluntad, apremiado por sus escasos recursos materiales.

Estudioso, poseedor de una inteligencia poco vulgar, a muy temprana edad Samuel Hahnemann, fue matriculado en la escuela pública bajo la dirección del profesor Müller. Rápidamente el pequeño Hahnemann se ganó a sus profesores especialmente al Dr. Müller, director de la escuela, quien presintiendo el valor del pequeño, lo acogió con paternal cariño.

En el transcurso de los primeros años de estudios, Samuel Hahnemann reveló aptitud sorprendente, atributos extraordinarios; una inconcebible capacidad de trabajo, gran necesidad de independencia y admirable vocación para el estudio de los idiomas. A los doce años de edad Samuel Hahnemann era ya alumno adelantado del curso de humanidades, manifestando además sus excelentes cualidades morales e intelectuales.
Su ardor por el estudio no tuvo límites. Se dedicaba día y noche por completo al estudio, tornándose un espíritu culto a pesar de ser muy niño. A los 14 años de edad ya substituía al profesor de griego en la enseñanza de este idioma.

Cristiano Godofredo Hahnemann, entre tanto, pretendía para su hijo una profesión lucrativa de inmediatos resultados y después del algunos años, pasados en la escuela, obligado por sus condiciones económicas, retiró a Samuel Hahnemann del estudio para encausarlo hacia otras ocupaciones mas de acuerdo con los recursos de la familia.

El Dr. Müller se opuso a la retirada de su discípulo. Pero el joven, obediente de su padre, aunque su vocación fuera exclusivamente para los libros, dejó la escuela pero no abandonó los libros. Para poder estudiar en la noche sin ser visto por su progenitor, modeló con arcilla una lámpara que le permitiera alumbrar su dormitorio sin que su padre advirtiera la ausencia de alguna de las lámparas que alumbraban la casa.


Hahnemann se sentía atraído por los libros. El comercio ningún aliciente le ofrecía. Por él no sentía vocación. Aunque fuera obediente a su padre no pudo Hahnemann permanecer en la profesión que le fuera impuesta. Se sentía atraído por otro ideal, que solamente los libros le podían proporcionar. Regresó secretamente a la casa paterna donde su madre lo ocultó por algunos días, mientras preparaba el espíritu del marido para recibir con calma el inesperado regreso del hijo querido, obligándolo además a aceptar los proyectos del joven Hahnemann.

La vocación de Samuel Hahnemann era imperiosa. Muy temprano reveló el genio que más tarde sería, como fue, uno de los mayores genios de la humanidad. Su madre, espíritu clarividente, presentía el futuro que aguardaba a su hijo y supo obtener de su esposo el consentimiento para que Hahnemann prosiguiera sus estudios. Coincidía esto con el nombramiento del Dr. Müller para la Escuela Principesca Santa Afra, con el título de " Collega tertius". Este bondadoso Dr. Müller, muy interesado en Hahnemann, se apresura a prevenir a Cristiano Godofredo Hahnemann aconsejándole dirigir una solicitud al príncipe Elector, con el fin de que su hijo pudiera ser admitido en la escuela como alumno particular del Dr. Müller. La petición fue atendida y Samuel Hahnemann entró a la Escuela Principesca Santa Afra, aunque ésta era dedicada a niños nobles, como ayudante del Prof. Müller, cuyas funciones siempre desempeño a la satisfacción y agrado del referido profesor.

Conocido, como era, por el Dr. Müller, tuvo Hahnemann en esa escuela la máxima libertad. El mismo organizaba su plan de trabajo, siguiendo los cursos que creía útiles, autorizado a leer los libros extranjeros y las lecciones que le agradaban. Dispensado además e la obligación de presentar trabajos escritos.

Gracias a la capacidad de trabajo de Hahnemann y de sus excepcionales atributos de inteligencia, y de carácter, no sorprende el hecho de que su permanencia en la Escuela Principesca Santa Afra se haya prolongado hasta los 20 años de edad.

Fue así como particularmente inició sus estudios de Matemáticas, Botánica, y Física, aunque esta última como mero deporte ya que era ciencia nueva en aquella época.

Reconoció Samuel Hahnemann que su vocación era para los estudios de medicina, fijando así el objetivo de su profesión.
Escogida la profesión, se decidió Hahnemann en la primavera de 1775, a los 20 años de edad a abandonar el pueblo de Meissen, la tierra que lo vio nacer, con el fin de iniciar sus estudios de medicina en la Universidad de Leipzig.
A los 20 años de edad, en julio de 1775, sale Hahnemann para Leipzig. Sus recursos estaban limitados a 20 taleros que su padre le entregara con gran sacrificio en el momento de su partida. Lo poco que ganaba el padre de Hahnemann apenas alcanzaba para mantener la familia. El hijo, comprendiendo las dificultades del padre, lo juzga con elevación moral, el mejor de los padres.

Veinte taleros correspondían a 60 marcos; fue con esa cantidad con la que Hahnemann salió de Meissen para Leipzig. Era realmente muy poco dinero; pero poseía Hahnemann un gran tesoro: su inteligencia, su cultura y su enorme capacidad de trabajo.

No poseía Hahnemann los medios para pagar los cursos de la Universidad y no hubiera podido llevar a efecto su deseo, de no haber sido por la benéfica intervención del Consejero Praener, que obtuviera permiso para que Hahnemann fuera gratuitamente matriculado en los cursos de la Universidad de Leipzig.

Un joven griego, rico de Jassy, fue al encuentro de la necesidad de Hahnemann, a pedirle clases de inglés y de francés, aumentando así los recursos que venía obteniendo con las traducciones que hacía desde que llegar a Leipzig. Fue por este medio que su enorme capacidad de trabajo sumada a su vigorosa instrucción, le proporcionó los recursos suficientes para mantenerse modestamente en Leipzig. Vertía al idioma alemán obras publicadas en francés, inglés e italiano, por las cuales los editores pagaban muy poco, exigiendo así que él trabajara mucho para compensar lo poco que le rendía la traducción. Para esto, de cada dos noches dormía apenas una.

Tradujo en esa época, del inglés al alemán, las siguientes obras publicadas en 1775

1.      "Ensayo sobre la hidrofobia", de Nugent.-Leipzig-. I G Müller
2.      "Ensayos y Observaciones Fisiológicas" de John Stedmann.-Leipzig I G Müller
3.      "Ensayo sobre las Aguas Usadas Comúnmente para Baño", de Falconer.- Leipzig.-Hilscher
4.      "Medicina Práctica Moderna", de Ball.-Leipzig

Por sus temas escogía él estas obras intencionalmente ya que se referían a su propio objetivo, aquello que deseaba conocer. Las traducciones de las obras, por tanto, le ofrecían dos ventajas: recursos materiales para mantenerse y conocimientos sobre los asuntos que deseaba aprender.
Su espíritu culto, rápidamente se dio cuenta de la completa insuficiencia de la enseñanza médica en la Universidad de Leipzig. La enseñanza, hecha sin clínicas, sin hospitales, privada de todo medio de experimentación, reposaba sobre opiniones retrógradas y teorías arcaicas. Grande fue por tanto la decepción de Hahnemann en relación a la enseñanza en la Universidad de Leipzig. Prosiguió por eso, con mayor intensidad su trabajo; procurando obtener por si mismo aquello que la Universidad no le podía proporcionar. No podía, entre tanto, entregarse imprudentemente a los azares de la suerte, promoviendo un nuevo dislocamiento, cuando sus recursos eran extremadamente limitados.
Después de dos años, sin embargo, en 1777, decidió abandonar Leipzig y trasladarse a Viena.

En 1777 llega Hahnemann a Viena, capital de Austria. El más notable médico en esa época en Viena, el Dr. Quarin, médico de la Emperatriz María Teresa, dirigía en Leopoldstadt el Hospital de los Hermanos de la Misericordia.

La reputación y el nombre que el Dr. Quarin conquistara en el mundo científico atraían a Viena a numerosos estudiantes de toda Europa y Hahnemann, deseando como tantos otros formarse en su escuela, se dirigió a Viena.

Poco después de su llegada se presentó en le Hospital de los Hermanos de la Misericordia, provisto de una carta de recomendación de uno de sus profesores de la Universidad de Leipzig, haciéndose recibir por el Dr. Quarin, director del Hospital.

Rápidamente Hahnemann conquistó la amistad y la confianza del Dr. Quarin al punto de obtener permiso para acompañarlo en las visitas a su clientela privada. Esta distinción, dispensada a Hahnemann por su maestro Dr. Quarin, mucho influyó en el futuro del joven estudiante. Y Hahnemann, posteriormente, no se cansó de afirmar y escribir: "Debo mi diploma de médico al Dr. Quarin", queriendo así patentizar su gratitud al notable médico que le enseñó clínica, sin remuneración alguna, puesto de Hahnemann no disponía de recursos para recompensar al profesor que tan desinteresadamente no solamente le suministrara los conocimientos médicos, sino que también lo había rodeado de cariño y cuidados propios de un buen amigo.

Samuel de Bruckenthal, nombrado gobernador de Transilvania se encontraba de paso en Viena, a donde fuera a recibir instrucciones relativas a su nuevo cargo.
El Dr. Quarin obtuvo del nuevo gobernador el nombramiento de Samuel Hahnemann para desempeñar las funciones de su médico privado y bibliotecario.
Bruckenthal era uno de los hombres más ricos del país y poseía una notable colección de medallas, colección ésta que más tarde ofreciera al emperador de Austria.

Hahnemann se dirigió de Viena a Hermannstadt, largo y penoso viaje para tomar posesión de su cargo. Asistió en Hermannstadt, el 3 de Octubre de 1777, a la entrada triunfal del nuevo gobernador.
Bruckenthal, que era una de las altas dignidades de la masonería, hizo que Hahnemann fuese recibido como masón en la Logia de San Andrés.
Los 21 meses que Hahnemann pasó en Hermannstadt los empleó en la clasificación de medallas de Bruckenthal, en la formación de un sistema de fichas para la magnífica biblioteca del gobernador y en el ejercicio de la clínica, entre la población. Fueron 21 meses de estudio con los recursos de la excelente biblioteca del gobernador.

Aunque la vida en Hermannstadt le ofreciera mucho interés, cercado por la consideración que le dispensaba el gobernador, Hahnemann sentía necesidad de abandonar Austria y regresar a Alemania para doctorarse en medicina y regularizar así su situación de médico.

Abandonó Hermannstadt dirigiéndose a Erlangen, Alemania, a principios de 1779, en cuya Universidad pretendía presentar tesis para doctorarse.
Hahnemann con apenas 24 años de edad, como ya hemos dicho, poseía una facilidad y una vocación sorprendente para el estudio de los idiomas.

El 10 de Agosto de 1781, Hahnemann defendió su tesis de doctorado en la Universidad de Erlangen, recibiendo el grado de doctor con su tesis sobre irritabilidad y espasmos.

Después de su doctorado se instaló en Hettstedt, en Mansfeldschen, ciudad de tres a cuatro mil habitantes en donde escribió artículos de medicina y que fueron publicados en revistas de su época.

En la primavera de 1781, Hahnemann abandonó Hettstedt para fijar su residencia en Dessau a 50 Kilometros de aquel pueblo.
En Hettstedt adquirió profundos conocimientos en la práctica de la mineralización, conocimientos que fueron utilizados en la Química.
Hahnemann en esta ciudad de Dessau, encontró nuevas relaciones de personas cultas y se halló en las proximidades de las regiones mineras del Harz oriental que le permitieron completar sus conocimientos en las ciencias y en las industria de las minas.
Fue bien recibido en Dessau, especialmente en la "Farmacia del Maure", así llamada por una magnífica estatua de negro, protegida por una sombrilla, que se elevaba a la puerta de la entrada. El farmacéutico Haesseler pone a su laboratorio a la disposición de Hahnemann. Pudo así el sabio proseguir en sus experimentos.

Haesseler había sucedido al farmacéutico Kuchler, cuya viuda desposara. De su primer casamiento la señora Haesseler tenía una hija, Juana Leopoldina Enriqueta Kuchler, nacida el 1º. de enero de 1764. 17 años, en plena juventud, hermosos ojos, muy activa y bien educada, estaba preparada para dirigir un hogar.
Hahnemann con sus 26 años, Enriqueta Kuchler con sus 17, se amaron. Pero el joven médico reconocía que sus recursos eran insuficientes para el establecimiento de un hogar, especialmente donde el número de médicos le impedía que rápidamente hiciera una buena clientela.
Abandonó por esta razón Dessau, fijando residencia en Gommern a 40 kilómetros de esta ciudad, buscando los recursos que le aseguraran la posibilidad de formar un hogar. Gommern, una pequeña ciudad de 1,300 habitantes, era el centro comercial de varios pueblos con un total de 5,100 habitantes.
Hahnemann reconoció que en esta aldea no existía ni había existido médico por lo menos en los últimos 39 años. Cuarenta años atrás existió una farmacia en ese lugar, lo que hace suponer que en esa época en Gommern debe de haber habido un médico. La población enteramente indiferente a la presencia de un médico, no le dispensó la consideración debida.

Descubrió Hahnemann que los habitantes de Gommern, en su mayoría agricultores, no le ofrecían una clientela fija, capaz de asegurar su subsistencia, como probablemente había sucedido con sus predecesores. Entregóse por esto, cada vez más al estudio de la química.
Después de año y medio de su soledad en Gommern, regresó a Dessau por su novia, Juana Leopoldina Enriqueta Kuchler, y el casamiento se celebró el 17 de noviembre de 1782, teniendo la novia 18 años. Regresó a Gommern donde instaló su hogar.
En ese año de 1782, publicó Hahnemann "Los primeros ensayos médicos", consignados en "Medicinischi Beobashtungen", de Krebs, Quedlinmburgo. En esos escritos hay un artículo sobre el cáncer que despertó la atención del mundo médico hacia su autor. Los continuados estudios de química llevaron a Hahnemann a conocer obras francesas de Demachy, miembro de las academias de medicina de Paris y de Berlin.

Fue Gommern donde Hahnemann escribió su primer libro original, bajo el título de "Guía para el tratamiento de las viejas llagas y úlceras" publicado en 1784.

Dicha obra representa según declaró el mismo Hahnemann, el resultado de su experiencia clínica recogida en Transilvania, que le afirmaba en la idea de que los pacientes podían haberse curado con o sin su ayuda.
Por primera vez Hahnemann ataca a las concepciones médicas, sin respecto alguno a la ciencia de la época. Condenó la orientación corriente de cauterización de las heridas, censuró a los médicos que se nivelaban a los peluqueros, a los pastores, y a los verdugos cuando éstos practicaban más por ignorancia que por convicción.
Recomendaba el aseo, ejercicios al aire libre, baños fríos y calientes y todo lo que legítimamente pudiera contribuir para el bienestar y alegría del enfermo. Sus publicaciones, a pesar de la sinceridad a veces ruda, fueron recibidas con simpatía y consideración. Fue todavía en Gommern donde Hahnemann vio nacer a su primogénita, en 1783, quien recibió el nombre de Enriqueta.

Después de 2 años 9 meses de su estancia en Gommern, Hahnemann abandonó este lugar y reanudó sus constantes peregrinaciones. Se dirigió a Dresde, donde permaneció 4 años, período consagrado a la clínica, a sus escritos y a sus estudios.
Fue en Dresde donde Hahnemann estableció relaciones con Lavoisier cuando este sabio estuvo de paso por la capital de Saxonia. Fue igualmente en esta ciudad donde conquistó la amistad del Dr. Wagner, director de Salubridad Pública, llegando a substituirlo durante una enfermedad de este titular. Pudo así Hahnemann conocer los deberes del médico legista y visitar todos los hospitales de la ciudad, donde se le presentaron numerosos casos para interesantes observaciones.
La distinción que recibió del Dr. Wagner, designándolo para substituirle durante su enfermedad, despertó la envidia de sus colegas de Dresde, donde tantos médicos notables habían sido menguados en su importancia por la elección que hizo de Hahnemann. Surgieron las críticas y calumnias de los envidiosos.

Hahnemann, siempre entregado al estudio y a los trabajos literarios, era incansable. Hahnemann escribió trabajos originales y tradujo obras extranjeras que reunidas representan en total más o menos 3,500 páginas

  1. "Envenenamiento por el arsénico, su tratamiento e investigaciones jurídicas", obra original.
  2. "El arte del vinagrero" de Demachy, 1787.
  3. "Prejuicios en contra del carbón de piedra. Manera de mejorar este combustible" Trabajo original con grabados.
  4. "Dificultad que se encuentra en la preparación del álcali mineral por la potasa y sal marina, medios de vencerla" Trabajo original publicado en 1787.
  5. "Pureza y falsificación de los medicamentos" en 1787.
  6. "Novedad acerca de la bilis y los cálculos biliares". Trabajo original publicado en 1788.
  7. "Medio poderoso para detener la putrefacción". Trabajo original publicado en 1788.
  8. "Instrucciones a los cirujanos sobre las enfermedades venéreas" Trabajo original, publicado en 1788.
  9. "Influencia de diversos gases sobre la fermentación del vino". Trabajo original, publicado en 1788
  10. "Medios de reconocer el hierro y el plomo en el vino". Trabajo original publicado en 1788.
  11. "Carta dirigida a Crell sobre la Barita" Trabajo original, publicado en 1789.
  12. "Fracasos de algunos pretendidos descubrimientos modernos". Trabajo original, publicado en 1789.
  13. "Descubrimiento de un nuevo principio constituyente de la plombagina". Trabajo original, publicado en 1789.
  14. "Investigaciones sobre el principio astringente de los vegetales", Trabajo original, publicado en 1789.
  15. "Historia de Abelardo y Eloísa" de J. Barrington, traducción del inglés, publicada en 1789.

De entre estos varios trabajos de Hahnemann se destaca el "Envenenamiento por arsénico". Notable estudio en el cual el sabio presenta los medios propios para constatar el envenenamiento por el arsénico, promoviendo de esta manera gran desarrollo en la química legal y determinando con esto la interdicción de la libre venta de arsénico, hasta entonces fácilmente adquirido en el comercio con el nombre de "polvo contra la fiebre". Redactó a propósito de los envenenamientos una serie de prescripciones universalmente respetadas hasta nuestros días. Para realizar esto, experimentó muchos medicamentos en perros, documentando el resultado de sus observaciones con 861 experimentos, exactamente repetidos en gran numero de autores.

En 1786 nació su hijo Federico, segundo de los once hijos que tuvo la pareja Hahnemann: primero Enriqueta en 1783, segundo Federico, en 1786; tercero Guillermina, en 1788; cuarto Amelia, en 1789; quinto Carolina, en 1792; sexto Ernesto, en 1794; séptimo y octavo, dos niñas gemelas, en 1795, una de las cuales no sobrevivió y la otra fue bautizada con el nombre de Federica; noveno Eleonora, en 1803; décimo Carlota, en 1805; decimoprimero Luisa, en 1806. Después del nacimiento de Guillermina, en 1788, Hahnemann cambió su residencia a un suburbio de Dresde, denominado Lochwitz.

Atraído por la irradiación intelectual de Leipzig, se transladó con su familia en 1789 para San Miguel, instalándose en Stotteritz, suburbio al suroeste de Leipzig.
Hahnemann atendía a su clientela y todo el tiempo que le sobraba lo aplicaba al estudio y a los trabajos literarios, como podremos comprobar por las publicaciones siguientes, fruto de su capacidad:

  1. "Investigación sobre la naturaleza, causa y tratamiento de la consunción pulmonar" de Ryan. Traducción del inglés al alemán, publicada en 1790.
  2. "Arte de fabricar el vino", de Fabbioni. Traducción del italiano al alemán, publicada en 1790.
  3. "Anales de la agricultura", de Arturo Young. Traducción del inglés al alemán, publicada en 1790.
  4. "Materia Médica" de William Cullen, traducción del inglés al alemán, publicada en 1790. Leipzig-Crusius. Fue la obra que dio origen a la Homeopatía.
  5. "Pequeños artículos sobre varios asuntos". Trabajos originales, publicados en 1790.
  6. "Manera exacta de preparar Mercurio Soluble". Trabajo original, publicado en 1790.
  7. "Remedio para prevenir la salivación y los efectos destructores del mercurio". Trabajo original, publicado en 1790.

En 1787, en Dresde, había Hahnemann alcanzado una relativa prosperidad. Las obras publicadas y su numerosa clientela le aseguraban recursos suficientes para una vida feliz. Pero por haber llevado tan lejos su mirada investigadora, constató la imprecisión de los medios de la medicina de su tiempo, y desde entonces ya no quiso ejercer un arte donde todo era empírico.

Hahnemann solo entendía la grandeza humana por la inteligencia y por las virtudes morales, hombre lleno de abnegación, grande y puro de carácter, prefirió despreciar todos los honores y todas las ganancias materiales a ejercer un arte falso. Tal como lo pensó, así lo hizo. Cierto día, a la hora habitual de sus consultas, participó a su clientela que había decidido abandonar la práctica profesional de la medicina.

En la práctica clínica de la escuela tradicional venía Hahnemann observando la ausencia de base científica en el tratamiento, prescrito sin una ley orientadora, sin previsión, sin un carácter, en fin, que le evitara constantes vacilaciones. Una medicina que hacía sufrir a los enfermos, verdadero martiriologo, donde los violentos cáusticos, las puntas de fuego y otras muchas atrocidades eran comunes en la práctica de la escuela clásica.

Todo esto, acumulado en el cerebro genial, tenía como tuvo, que desbordarse. La gota que hizo desbordar fue la enfermedad de un amigo suyo. Hahnemann era el médico de cabecera de uno de sus mejores amigos, cuyo estado le inspiraba sombrío pronóstico. En una de sus últimas visitas al enfermo, en un último esfuerzo, le prescribió uno o más medicamentos de su confianza, de los llamados heroicos por la escuela clásica. A pesar de todo esto, la mañana siguiente su amigo fallecía.

Hahnemann no resistió el golpe y con el cadáver de su amigo fue sepultada la duda que aún tenía sobre el valor de la terapéutica alopática. Enfermedades graves atacaron a sus hijos queridos y Hahnemann decía: ocho años de práctica ejercida con escrupuloso cuidado, me hicieron conocer la ausencia del valor de los métodos curativos ordinarios.

El gran Samuel Hahnemann, ya profundamente desorientado en sus convicciones sobre la medicina que estudiara, aprovechó una oportunidad que se le presentara y que aumentó su deseo de investigar en busca de una verdad que estaba seguro que existía. Enfermó uno de sus hijos. Una lucha íntima se estableció entre el padre que imploraba el restablecimiento del hijo querido, y el médico que rehusaba la práctica de un arte por él reputado de falso.

Abandonando la profesión médica, dedicóse principalmente al estudio de la química, a la traducción de libros y a las ocupaciones literarias, sin entre tanto abandonar el estudio de la medicina. No hacía clínica, pero seguía estudiando medicina, buscando algo que él no sabía lo que fuera, pero que preveía existiese: Una Ley Racional De Curación.

Hahnemann ya entendía que la primera condición para usar con éxito las sustancias medicinales, era conocer sus efectos sobre el organismo humano. Y que ese organismo fuera el de un individuo sano, porque toda experiencia llevada a efecto en un organismo enfermo sería modificada por mil y una influencias perturbadoras inapreciables. Versado en las ciencias naturales, inició sus nuevos estudios con celo, constancia y perseverancia.

Comenzó desechando el principio terapéutico "Ab usu in morbis", contrario a su raciocinio, repelido por su razón. Así para él desaparecieron las denominaciones vagas y falsas, clasificadas en una materia médica de entonces, como medicamentos purgativos, diuréticos, antiespasmódicos, astringentes, sedativos, diaforéticos, emenagogos, estimulantes, afrodisíacos, expectorantes o incisivos, emolientes, analépticos, tónicos, contraestimulantes, temperantes, alternantes, revuslsivos, sialagogos, antitérmicos, etc., que no expresan otra cosa mas que una errónea idea de una perturbación orgánica, síntoma de una causa mórbida. Si el enfermo no orinaba, se le administraba un diurético; si no hacía sus exoneraciones intestinales, un purgativo, como todavía en la actualidad se usa; si se presentaba elevación térmica, un antitérmico le era aplicado.

Aún hoy, infelizmente, así procede la alopatía, suprimiendo un síntoma que nada más es una reacción orgánica, mientras el enfermo queda abandonado a sus enflaquecidas resistencias; era esta la medicina de entonces, que, con pequeña modificación actualmente, todavía es la misma en la Escuela Clásica.

Antes de Hahnemann, nadie procuró conocer de dónde provenían esas agitaciones violentas del organismo, bajo la acción del agente terapéutico; de donde provenían esas crisis artificiales que muchas veces colocaban al enfermo en peligro de vida.

Abandonando las posiciones que ocupaba en la sociedad, como clínico, fue despreciado por los amigos, pero prefirió la miseria y el desprecio de todos, ejercer un arte que su conciencia repelía por ser errada y nociva a la Humanidad.

Sordo a todas las recriminaciones, a las necesidades materiales, prosiguió Hahnemann invariablemente en el camino que recorría en busca de la verdad, aunque en ocasiones su corazón de padre amoroso fuera horriblemente tocado por las lamentaciones de un hijo que pedía alimento y a quien, muchas veces, ni un pedazo de pan podía darle. Prefería la miseria y la mediocridad presentes a la brillante y lucrativa situación de entonces; pero no traicionaba su conciencia que le dictaba seguir otro camino. Ninguna cosa lo hizo desistir.

Abandonando el ejercicio de la clínica pasó Hahnemann a buscar los medios de subsistencia en la traducción de obras cuya recompensa, mal retribuida por los editores, apenas alcanzaba para no morirse de hambre. Cuando estudiante en la Universidad, ya se sostenía por medio de traducciones. Allí, de cada dos noches dormía apenas una. Pero en la época de sus nuevos sufrimientos, las responsabilidades del hogar lo hacían trabajar día y noche. Procuró para esto, vencer el sueño con el uso del tabaco, con el fin de trabajar noches enteras. Fumaba pipa por ser más económica.

Pobrísimo, viviendo con su mujer y sus hijos en un cuarto, usaba un rincón separado del resto del aposento por una cortina. Este era su gabinete de estudio y de trabajo, en donde se sentía feliz con su conciencia y su carácter. He aquí el estado de miseria en que se encontró un hombre que, por una conciente convicción, todo despreciara por el bien de la tranquilidad de su espíritu.

Entre las varias obras traducidas por Hahnemann del inglés al alemán, encuéntrase, en 1790, la Materia Medica de William Cullen, gran médico escocés. Hahnemann no se limitaba a la traducción, sino que adicionaba siempre la obra traducida con críticas y anotaciones.

Una cierta exposición del libro le despertó el deseo de experimentar en sí mismo los efectos de la China, haciendo surgir por tanto, un nuevo método de experimentación, que no había sido probado por nadie más con ese mismo fin: La experimentación en el hombre sano. Hahnemann fue llevado a esto porque no podía aceptar las ideas de Cullen sobre la acción de la China o quinquina, por sus explicaciones variadas y contradictorias. Admitía Cullen que la quinquina, siendo amarga, criaba en el estómago del enfermo una sustancia contraria a la calentura.

En el segundo volumen de esta traducción escribió Hahnemann una nota con el resultado de su experimento: "Tomé, para experimentar, dos veces por día, cuatro dracmas (un dracma es equivalente a 3 gramos y 24 centigramos) de pura China (Quinquina).Mis pies, extremidades de los dedos etc., tornáronse primeramente fríos; me sentí somnoliento y lánguido, mientras mi corazón palpitaba; temblaba sin que estuviésemos en la época de frío; postración en todo el cuerpo, en todos mis miembros; pulsaciones en la cabeza, enrojecimiento de mis mejillas; sed; y finalmente todos esos síntomas característicos de la fiebre intermitente, aparecieron unos después de otros, aunque sin el peculiar y riguroso frío. Estos paroxismos presentaban la duración de 3 a 4 horas en cada vez, y Reaparecian si yo tomaba la dosis de la misma manera. Dejé de tomar la China y la salud volvió."

En esta nota, en el segundo volumen de "Materia Médica" de Cullen, se encuentra pues, la primera orientación a seguir en el experimento de los medicamentos y es presentada una ley terapéutica.

El descubrimiento de esta orientación condujo al genial Hahnemann del experimento al análisis y de éste a la síntesis.

Sometióse Hahnemann a penosos experimentos de violentos venenos. Varios amigos le ayudaron en esos experimentos, llegó así a reconocer que cada medicamento presentaba síntomas con variadas y diferentes gradaciones, caracterizando las sustancias experimentadas. Después de la China, estudió sucesivamente el azufre. El mercurio, la belladona, la digital, la ipecacuana, etc., y cada nuevo experimento era una confirmación del razonamiento en el primero. Experimentó todavía la plata, el oro, el licopodio, el cloruro de sodio, etc. estudió varios productos minerales, naturales, vegetales, animales y de todos concluyó siempre la infalibilidad de la ley terapéutica que presintiera y que en breve formularía, como formuló.

Comparó Hahnemann los resultados de los experimentos que hizo en cada sustancia con las curas que la misma realizaba. De esta comparación, formularía las siguientes conclusiones:

1.-Que el azufre produce una erupción cutánea semejante a la que él tiene propiedad para curar.
2.-Que el mercurio en su poderosa acción sobre el organismo, desarrolla síntomas análogos a los que él ordinariamente hace desaparecer.
3.-Que la belladona produce erupción en placas de un rojo oscuro, acompañadas de los síntomas que le son característicos.
4.-Que los mismos efectos eran producidos en todos los experimentos del mismo medicamento.

Verificándose siempre esta última conclusión, Hahnemann no vaciló en proclamarla, en toda su generalidad. Como LEY DE MEDICINA QUE ACABA DE DESCUBRIR. Prosiguió el sabio sus experimentos. Dentro de poco, un nuevo raciocinio hace surgir un grande factor de progreso en la medicina, con el tratamiento preservativo de las enfermedades epidémicas o, con mayor propiedad, la profilaxis. 
Estos hechos observados por el sabio de Meissen, tenían una gran significación: era el punto de partida de otra ley derivada de su principio SIMILIA SIMILIBUS, principio que solamente más tarde él enunció.
Habiéndose retirado Hahnemann en 1789 a su pobrísimo gabinete de trabajo en Stotteritz, si así podemos llamar a una de las esquinas de su reducida pieza, de allí salió, tres años después, ya bien orientado para presentar a sus contemporáneos, las bases de una nueva MEDICINA, la que tiene una fisiología, una patología, una materia médica, una terapéutica, una profilaxis y una filosofía propias. 

Cuatro años de trabajo intenso, cuatro años que le proporcionaron una gloria eterna trayendo un perpetuo beneficio a la Humanidad. 

En la obra "El Amigo de la Salud", Hahnemann se revela notable higienista dietético. En las dos últimas páginas de la obra se encuentra una gran multiplicidad de recomendaciones que actualmente todavía son muy útiles a la Humanidad, constituyendo una "obra prima" y oportuna. 

Se ocupa de la higiene de las ciudades, de las calles, de las habitaciones individuales. Solicita que las murallas de la ciudad sean arrasadas, los fosos desecados, los viejos cuarteles destruidos. Exige calles anchas, bien ventiladas, casas claras; que las prisiones sean conservadas limpias y desinfectadas. Los prisioneros debiendo estar aislados; impedir la aglomeración de individuos en apartamentos muy reducidos. 

Todo esto con el fin de evitar las epidemias y contribuir para la felicidad de sus semejantes, de lo que mucho se preocupaba Hahnemann. Condena el celibato de personas sanas, aconseja los ejercicios al aire libre, el aseo del cuerpo, etc. la salud, según Hahnemann, no puede ser obtenida sin sobriedad y exige que cada uno se estudie a sí mismo, respetando su salud etc. es, después de todo, una obra grandiosa la "Higiene de Hahnemann". Sus consejos higiénicos son, actualmente, enseñados como principios modernos.

El fallecimiento del emperador Leopoldo II de Austria ofreció una oportunidad para que Hahnemann atacara abiertamente a la medicina de la época, cosa que hasta entonces no había hecho. 

El médico del emperador, el Dr. Lagusius, así como sus asistentes los Drs. Stoerk y Scheibers quedaron en dar publicidad a un detallado informe sobre la enfermedad del monarca, por haber sido acusados de negligencia. 

Hahnemann por medio del periódico "Anzeiger der Deutschen" de 31 de marzo de 1792, hoja publicada en Gotha, por Becker, uno de sus amigos, atacó violentamente al Dr. Lagusius censurándolo por haber practicado en 24 horas, cuatro sangrías en un organismo ya muy debilitado. Después de estas intervenciones sobrevinieron los terribles vómitos. Los médicos desorientados dejan morir al enfermo, aunque uno de ellos había declarado que el emperador se encontraba fuera de peligro. El "Anzeiger der Deutschen" se tornó un campo de batalla. El Dr. Lagusius violentamente atacado por Hahnemann y sin medios de defensa, declaró que daría publicidad a un minucioso informe sobre los hechos ocurridos con motivo de la muerte del Emperador. Hahnemann creyó en su palabra. Pero tal informe jamás fue publicado. Hahnemann ataca la sangría, los purgativos, los vomitivos, los emplastos y sedantes. Condena la mezcla de medicamentos y los medios antiflogísticos. 
Levanta, por fin, un violento ataque contra los métodos usados y sus partidarios, comprobando sus concepciones con los constantes experimentos a que se sometía. 

Hahnemann experimentó en si mismo 61 sustancias y verificó que los experimentos, al contrario de lo que creía, tornaban al organismo más apto para repeler todas las causas mórbidas naturales o artificiales. La salud se manifestaba más sólida en él y su cuerpo estaba más robusto. 
Concebida su medicina, sobre la base de la semejanza de los síntomas entre el enfermo y el medicamento, esperaba Hahnemann la oportunidad de comprobarla en casos públicos. 
Mucho antes de que lo esperaba tuvo la oportunidad de verificar en el enfermo el resultado de los medicamentos experimentados en el individuo sano, como vamos a relatar. 
Fue todavía 1792 que Hahnemann, influenciado por el Duque Ernesto de Saxe-Gotha, que mucho se interesaba por sus trabajos, cambió su residencia de Stotteritz para Gotha. 
El Duque de Saxe-Gotha se preocupaba mucho por los trabajos científicos de Hahnemann, pero no le ofreció ningún recurso económico, a pesar de ser muy humanitario. Tuvo así Hahnemann que enfrentarse en Gotha con una verdadera miseria en compañía de su esposa y sus hijos. La miseria alcanzó un grado tan elevado que el sabio tuvo que usar suecos por no poder adquirir otra clase de calzado. 
Allí con la ayuda ofrecida por el Duque, estableció Hahnemann una casa de salud para enfermos mentales. 
Un caso exitoso para Hahnemann en ese lugar fue el del escritor Klockenbring, el cual reestableció completamente.

Aparece en Molschleben una epidemia de costra láctea. Hahnemann tomó las medidas profilácticas para evitar el contagio de sus hijos. Pero un niño de la Villa Karstadt desobedeció las medidas profilácticas de Hahnemann y trajo el contagio a sus hijos. Hahnemann tuvo entonces la idea de preparar un medicamento con flor de azufre y polvo de concha de ostra. Este medicamento, al cual posteriormente Hahnemann nombro Hepar Sulphuris Calcareum, determinó una rápida cura. 

Sus estudios y sus preocupaciones literarias no encontraban tropiezo. Producía siempre
:
1.      "Léxico farmacéutico" trabajo original publicado en cuatro volúmenes fue publicado en 1793.
2.      "Algo acerca de las reacciones del vino" Trabajo original publicado en 1793,
3.      "Preparación del amarillo de Cassel". Trabajo original, publicado en 1793.

Era asombrosa la capacidad de trabajo de Hahnemann. Siendo la única manera de lograrlo, trabajaba de día y de noche. 
Fue en Molschleben donde nació su hijo Ernesto, el 27 de Febrero de 1794, muriendo accidentalmente en ese mismo año. 

Todavía en 1794, Hahnemann abandonó Molschleben, instalándose en Pyrmont, en horribles condiciones de privaciones y necesidades. Fue en este viaje que un grave accidente del vehículo pone en peligro a toda la familia de Hahnemann. En este accidente murió su hijo Ernesto, como anteriormente referimos.

La Sra. Hahnemann y sus hijos sufrieron tanto que tuvieron que permanecer algunos días en Goettingen, imposibilitados de proseguir el viaje. Finalmente se instala en Pyrmont en donde existe una carta de Hahnemann con fecha 10 de enero de 1795.

Pyrmont era la capital de Waldeck-Pyrmont, ciudad de baños termales muy frecuentada, residencia habitual del príncipe, escondida en medio de la floresta. Era encantadora. Esperaba Hahnemann adquirir en Pyrmont una situación de confort que no había podido conquistar en otros lugares. Pero el costo de la vida era muy elevado en esa ciudad por tratarse de una ciudad de recreo y de lujo. No pudo, por esta razón, permanecer en Pyrmont, y en el mismo año de 1795 se transladó a Braunschweig, donde adquirió una casa con huerto, pareciendo así pretender fijar residencia definitiva en ese lugar.

En 1795 publicó Hahnemann un trabajo original: "COSTRA LÁCTEA" y "Mixtura filosófica" artículo en el que se ocupó de la satisfacción de los sentidos.

La visita hecha por Hahnemann a la residencia de una de sus primas, originó el escrito "Dormitorio de Niño", publicado en 1795. Son páginas de excelente higiene propias para corregir los defectos y el desprecio de esta ciencia encontrados en la residencia de su parienta.

Otro importante escrito de 1795 es, "La elección de un médico", contestando a la carta de cierto príncipe. En él, Hahnemann expone las características que un buen médico debe satisfacer.

En ese mismo año de 1795, la esposa de Hahnemann dio a luz a dos niñas gemelas. Una de ellas no sobrevivió . La otra fue bautizada con el nombre de Federica. El nacimiento de un hijo constituía para Hahnemann un motivo de gloria.

Infatigable en el trabajo, nuevas obras son publicadas:

  1. "Descripción de Klockenbring durante su locura" Trabajo original, publicado por Hahnemann, en febrero de 1796.
  2. "Manual de las madres sobre la educación de los hijos" de J.J. Rosseau, traducción del francés al alemán, publicada en 1796.
  3. "Ensayo sobre el nuevo principio para descubrir las virtudes curativas de las sustancias medicinales, seguido de algunos comentarios sobre los principios admitidos hasta nuestros días" Trabajo original, publicado en 1796.

Después de 6 años de continuo estudio sobre los medicamentos según la orientación que ideo cuando en 1790 tradujo la "Materia Médica" de Cullen, como ya referimos, Hahnemann publicó el "Ensayo sobre un nuevo principio, etc.", fundamental trabajo de la medicina de la cual es creador.
Este trabajo encierra el origen de la Doctrina Hahnemanniana. En él, el sabio hace resaltar la necesidad de conocer las propiedades y virtudes de las sustancias medicinales por medio del experimento en el hombre.

Esta idea de especificidad, originaria de los primeros escritos de Hahnemann sobre su doctrina, ya traía la noción de individualidad tal como aquí la consideramos. Desapareció, en trabajos posteriores de Hahnemann, la especificidad de la enfermedad, surgiendo la especificidad del enfermo o la individualidad del medicamento y del enfermo, donde la especificidad del medicamento encuadra varios individuos con enfermedades distintas, representando, no obstante, un mismo tipo de enfermo.

Hahnemann solo admitía los paliativos en los casos agudos, reconociéndolos como muy peligrosos en los casos crónicos. Percibió el doble efecto del medicamento: primeramente directo y, en seguida, un efecto opuesto al primero, esto es, indirecto. Primario y secundario como los denominó. Refirióse a las 3 maneras diferentes que la medicina ha utilizado para adaptar medios curativos a los males del cuerpo humano.

El primer medio o método, es el más elevado, dice el fundador de la Doctrina Hahnemanniana, consiste en destruir o retirar las causas fundamentales de las enfermedades. El segundo consiste en procurar suprimir los síntomas existentes por medio de medicamentos que producen el efecto contrario. Y el tercero, finalmente empleado en las molestias crónicas y en aquellas que toman este carácter, medio de ninguna manera destinado a ocultar los síntomas, al contrario, curar radicalmente, consiste en el empleo de los específicos. Los esfuerzos en este sentido son, ciertamente, los más dignos de elogio. Conviene, sin embargo, no olvidar que especifico es aquí empleado en el sentido de individualizar el remedio con el enfermo, y no con la enfermedad, como es habitual en la alopatía. Hahnemann, después de estudiar estos tres métodos, demuestra que el único medio seguro: "Es experimentar con el organismo humano los medicamentos cuyo poder medicinal desea conocer."
"Para descubrir las verdaderas propiedades medicinales de una sustancia en las afecciones crónicas, se debe fijar la atención sobre la enfermedad artificial particular que ella ordinariamente provoca en el organismo, con el fin de adaptarla a un estado patológico muy análogo, aquel que se intenta combatir."
"Para curar radicalmente ciertas afecciones crónicas, se deben procurar medicamentos que ordinariamente provoquen, en el organismo humano, una enfermedad análoga y lo más análogo posible."

Hahnemann, en estas consideraciones, ya deja prever la ley de los semejantes. Este trabajo de Hahnemann, publicado después de seis años de estudios, fundamentado en los experimentos medicamentosos que hizo en el hombre sano, es el origen de esta medicina Hahnemanniana.

Hahnemann permaneció poco tiempo en Braunschweig, cambiándose, todavía en 1796, para Konigslutter, frontera de Madenburgo.
Sus trabajos para el año de 1797 son:
  1. "Caballeriza o medicina veterinaria moderna", de Taplin. Traducción del inglés al alemán.
  2. "Nueva Farmacopea", de EDIMBURGO. Traducción del inglés al alemán,
  3. "Algo acerca de la pulverización del haba de San Ignacio". Trabajo original, publicado en 1797.
  4. "Un caso de colicodinia rápidamente curado". Trabajo original, publicado en 1797
  5. "¿Serán invencibles los obstáculos a la certidumbre y a la simplicidad de la medicina práctica?" Trabajo original, publicado en 1797.
  6. "Antídotos de algunas sustancias vegetales heroicas". Trabajo original, publicado en 1798.
  7. "Algunos tipos de fiebres continuas remitentes". Trabajo original, publicado en 1798.
  8. "Algunas enfermedades periódicas de tipo hebdomadario". Trabajo original, publicado en 1798.


En el último año de la residencia de Hahnemann en Konigslutter, en 1799, cundió epidémicamente la escarlatina. Encontró Hahnemann en esa epidemia, una oportunidad más para comprobar el valor de sus nuevos conocimientos en el arte de curar. Declaró que la BELLADONA era el medicamento que producía en el individuo sano manifestaciones semejantes a la escarlatina y que, por lo tanto, era igualmente propia para curar a las personas afectadas por la epidemia, declaración ésta hecha después de los sucesivos casos de cura que había obtenido.

Los adversarios de Hahnemann encontraron en ese opúsculo el pretexto, hacía mucho buscado, para atacarlo.
Sus enemigos se encontraban principalmente, entre los farmacéuticos y los médicos mediocres.
Los farmacéuticos lo odiaban porque Hahnemann reclamaba para los médicos el derecho de preparar sus medicamentos. Los médicos lo censuraban porque, según el pensamiento de ellos, por el sistema de contribución mensual, Hahnemann enriquecería antes de prestar cualquier asistencia a los contribuyentes, además de que se preconizaba un método misterioso, y finalmente por hacer aparecer la Belladona como su remedio secreto contra la escarlatina. Los ataques de los médicos y farmacéuticos fueron tan violentos y tan hábilmente dirigidos que llegaron a alejarlo de su amigo, el Consejero Becker, de Gotha.

En el otoño de este mismo año de 1799, Hahnemann acomodó su equipaje y su familia en un carro grande con el corazón oprimido por los ataques de sus enemigos, abandonando la ciudad de Konigslutter donde la vida clínica, de acuerdo con el nuevo método, se iniciaba con algún brillo. Seguía la carretera de Hamburgo, ciudad que escogiera para su nueva residencia.

Nuevos trabajos de Hahnemann:

1.        "Thesaurus medicaminum". Una nueva colección de prescripciones médicas. Traducción del inglés al alemán, publicado en 1800.
2.        "Observaciones prácticas sobre la cura de los estrechamientos de la uretra por medio de los cáusticos", de Homo. Traducción del inglés al alemán.
3.        "Cura y profilaxis de la escarlatina". Trabajo, original publicado en 1801.
4.        "Observaciones fragmentarias sobre los elementos de la medicina de Brown". Trabajo original, publicado en 1801
5.        "Sobre el valor de las pequeñas dosis de los medicamentos en general, y de la Belladona en particular". Trabajo original, publicado en 1801
6.        "Observaciones sobre los tres métodos corrientes de tratamiento": Trabajo original, publicado en 1801.
7.        "Consideraciones sobre la libertad profesional en el principio del siglo XIX". Trabajo original, publicado en 1801.

Hahnemann, en los primeros tiempos de la aplicación de su medicina, empleaba siempre dosis ponderables, según la posología de la medicina clásica, pero poco después observó que las dosis enormes provocaban agravación de los síntomas morbosos, momentáneamente, es verdad, pero que exigían mayor reserva en la posología. Observando esta circunstancia, inició el, una Disminución sucesiva y cada vez mayor en las dosis empleadas por la antigua medicina. Así pues, la propia observación, comprobaba por una infinidad de casos análogos, lo llevó a disminuir paulatinamente las dosis, hasta llegar a lo infinitamente pequeño. Para llegar a ese punto, necesitó Hahnemann mezclar el jugo activo de las plantas con azúcar de leche o con alcohol, según proporciones determinadas, y técnica original.

Verificó Hahnemann que esas pequeñas cantidades de sustancia, por menor que fueran, adquirirían poder todavía bastante suficiente para producir acción patogenética. Atribuyó este hecho a la manera de prepararlas, en la sucución que introducía, cuyas vibraciones, admitió, desarrollaban en las sustancias poder virtual al cual debían su energía. La explicación era hipotética, pero el poder de las dosis infinitesimales era y es un hecho real.


En el verano de 1801, Hahnemann y su familia salieron de Hamburgo y se instalaron en Machern, pueblo situado a cinco millas de Leipzig., en una casa adquirida por el mismo Hahnemann, donde atendía a la grande clientela que le buscaba. Poco tiempo se quedó allí. Se cambió a Erlenburgo, a 24 horas al noroeste de Leipzig, al margen del Mulda. Construyó una casa para su residencia en Erlenburgo donde permaneció unos pocos meses. Luego cambió su residencia para Wittenberg, regresando enseguida a Dessau, tierra natal de su esposa.
Nuevas publicaciones de Hahnemann:

  1. "Sobre los efectos del café". Trabajo original, publicado en 1803.
  2. "Sobre un remedio propuesto para la Hidrofobia". Trabajo original, publicado en 1803.

En 1804 Hahnemann cambió su residencia para Torgau, publicando al siguiente año:

  1. "Esculapio en la balanza". Trabajo original, publicado en 1805.
  2. "Fragmenta de viribus medicamentorum positivis sive in sano corpore humano observatis". Trabajo original, publicado en Latín en 1805.

Fragmenta de viribus- constituye el primer ensayo de Materia Médica Homeopática. Contiene las patogenesias de los 27 medicamentos siguientes: Acónitum napellus, Acris tinctura (Causticum), Árnica montana, Belladona, Camphora, Cantharis, Capsicum annum, Chamomilla, Cinchona, Cocculus, Copaifera balsamum, Cuprum vitriollatum, Digitalis, Drosera, Hyosiamus, Ignatia, Ipecacuanha, Ledum, Melampodium (Helleborus), Mezereum, Nux vómica, Papaver somníferum (Opium), Pulsatilla, Rheum, Stramonium, Valeriana y Veratrum album.

 Representa esta obra la primera Materia Médica publicada por Hahnemann, exponiendo la sintomatología de estos medicamentos, obtenida en el hombre sano. Promovía así este trabajo una completa revolución en la medicina y en la fisiología, presentando de manera exacta la apreciación de los medicamentos, definiéndolos en forma rigurosamente precisa, haciéndolos conocer por las manifestaciones fisiológicas que producen en el hombre sano y no por hipotéticas conjeturas de este o de aquel maestro, de mayor o menor fama.

Hahnemann, siempre en actividad, publica nuevos trabajos:

  1. "Materia Médica y estudios de plantas indígenas, según su aplicación económica y técnica", de Albrecht V. Hallen.
  2. "Sobre algunos sucedáneos de la China". Trabajo original, publicado en 1806.
  3. "La escarlatina y la púrpura miliar son dos enfermedades muy distintas". Trabajo original.
  4. "¿Qué es veneno? ¿Que es medicamento?" Trabajo original.
  5. "Objeciones a un sucedáneo para la China y sobre los sucedáneos en general". Trabajo original, publicado en 1806.
  6. "La Medicina de la Experiencia". Trabajo original, publicado en 1805.

La medicina de la experiencia y esculapio sobre la balanza son dos trabajos primorosos. En ambos, su autor reveló, además de una profunda erudición, una enorme capacidad crítica. La "Medicina de la Experiencia" es una verdadera joya de la medicina homeopática.

En ella Hahnemann, hace una síntesis excelente de su doctrina. Es en ella que encontramos el génesis de la microbiología.
La comparación nos demostrará que Hahnemann ya había verificado que entre las enfermedades algunas eran contagiosas, principio que llamó miasma y que la microbiología llama microbio. El principio es el mismo. La diferencia está apenas en el nombre, el hecho, sin embargo, es idéntico. Pero el miasma es mucho más sutil y profundo que el microbio.

Más trabajos de Hahnemann:
  1. "Indicaciones para el empleo Homeopático de los medicamentos y la práctica ordinaria". Trabajo original, publicado en 1807.
  2. "La deficiencia actual de los medicamentos extranjeros". Trabajo original, publicado en 1808.
  3. "Algunos sucedáneos de medicamentos extranjeros". Trabajo original, publicado en 1808.
  4. "Valor de los sistemas especulativos en medicina". Trabajo original, publicado en 1808.
  5. "Carta dirigida a un médico notable sobre la necesidad de una reforma en medicina". Publicado en 1808.
  6. "Observaciones sobre la escarlatina". Trabajo original, publicado en 1808.
  7. "Respuesta a una pregunta sobre la profilaxis de la escarlatina". Trabajo original, publicado en 1808.

Entró Hahnemann en un período de gloria. Sus méritos eran propalados por los resultados de las brillantes curaciones que venía haciendo mediante la aplicación de su doctrina. La clientela aumentaba extraordinariamente. Su residencia estaba continuamente repleta de enfermos que buscaban la curación de sus males con los recursos científicos del Maestro.
En 1808 se casa su hija mayor, Enriqueta, con el pastor protestante Cristiano Federico Forester, fijando su residencia en Grosslemungen, cerca de Sangerhausen. De este matrimonio nacieron cuatro hijos, nietos de Hahnemann: Luis, Roberto, Adelaida y Angelina.

Guillermina, la segunda hija de Hahnemann, se casó también en 1808 con el maestro Richter, de Gera, habiendo tenido solamente un hijo que fue bautizado con el nombre de Segismundo.

Publica todavía Hahnemann:
1. “Consejos de un aspirante al doctorado”. Publicado en 1809.
2. “La fiebre reinante”. Publicado en 1809.
3. “Señales de las épocas en el sistema ordinario de medicina”. Publicado en 1809.

Después de permanecer 7 años en Torgau, decidió Hahnemann en 1811, ver su querida Sajonia, provincia de su nacimiento. Abandonó Torgau dirigiéndose a Leipzig donde fijó residencia. Su retirada de Torgau fue provocada, principalmente, por haber ordenado Napoleón que se transformara la cuidad en plaza fuerte, cercada de parapetos y fosos. El Maestro no quería quedar encerrado en murallas.
Por tercera vez Hahnemann se instala en Leipzig. Pero en esta ocasión venía cubierto de gloria. Sus condiciones económicas eran ahora muy distintas.

Muchos fueron los ataques sufridos por Hahnemann en la crítica hecha al Organón, ataques a los cuales Hahnemann dio una respuesta colectiva en 1811, en la “Anticrítica”, donde recuerda que Galileo, y muchos otros hombres de genio no fueron comprendidos por sus contemporáneos y que el destino común reservado a loa innovadores es el de tornarse desconocidos.
Los médicos de buena fe admiraban sinceramente “La ley de la semejanza”, ley precisa y perfectamente justificada en la práctica. Algunos pretendieron tratar por los dos métodos y Hahnemann protestó contra esta práctica de semihomeopatía.

Inició Hahnemann en 1811 con la publicación de su Materia Médica Pura: primer volumen, conteniendo 248 páginas, exponía 12 medicamentos en 1811; segundo conteniendo 11 medicamentos, 396 páginas en 1816, tercero conteniendo 8 medicamentos, 288 páginas en 1816; cuarto conteniendo 12 medicamentos, 284 páginas de 1818; quinto conteniendo 11 medicamentos, 306 páginas, en 1819; y sexto conteniendo 10 medicamentos, 255 páginas, en 1821. Los 6 volúmenes contenían por tanto las patogenesias de 64 medicamentos experimentados en el hombre sano.

Hahnemann publicó una segunda y una tercera ediciones aumentadas, de la primera parte, respectivamente en 1823 y 1830; de la segunda parte publicó una segunda y una tercera ediciones, respectivamente en 1824 y 1833; de la tercera parte reeditó una segunda y una tercera ediciones aumentadas, respectivamente en 1825 y 1933; de la cuarta parte, reeditó una segunda edición, aumentada, en 1825; de la quinta parte igualmente una segunda edición aumentada, en 1826; de la sexta parte reeditó una segunda edición, aumentada, en 1826. Cada parte contenía los mismos medicamentos anteriores, exceptuando la sexta parte que traía Ambra grisea, Carbo animalis, y Carbo vegetabilis que ahí fueron introducidos por primera vez.
Hahnemann, poco después de instalarse en Leipzig, dirigió una invitación a los médicos que desearan conocer la nueva medicina, interesándose especialmente por la presencia de los miembros del Instituto de la Medicina.
Pretendió Hahnemann en esa época, crear un Instituto Médico, de conformidad con los preceptos de la nueva medicina. No lo pudo organizar porque los médicos invitados, indistintamente, no respondieron a su llamado.

Decidió Hahnemann solicitar autorización para desarrollar conferencias en la Universidad de Leipzig. Exigiéronle que presentara previamente una disertación para adquirir ciertos derechos. Hahnemann se sometió a las exigencias, presentando una tesis escrita en latín: Disertatio Histórico-medica de Helleborismo Veterum, Quan defendet auctor Samuel Hahnemann, med. Et Chirurg. Doctor, academ. Magunt. scient. ut societ. physic. med. Erlang. Et societ reg. econom. quoe Lipsioe florest, Sodal honor”, defendida el 26 de junio de 1812. (Disertación histórica y médica sobre el Helleborismo).

Hahnemann pronunció la defensa de esta tesis frente a numerosa asistencia, donde se encontraban unos cincuenta sabios, profesores de la Universidad, y a donde la curiosidad había atraído gran número de asistentes.
Con su gran erudición, elocuencia y cultura, Hahnemann brilla con sus innumeras citas en alemán, francés, inglés, latín, italiano, griego, hebraico, y árabe, provocando prolongados aplausos de la asistencia. Demostró que el Helleboro blanco es el Veratrum album de los antiguos, pero no hizo ninguna alusión a las leyes del Organón.
Ninguna fundada oposición le fue presentada. Se le concedió la autorización para desarrollar sus conferencias según lo había solicitado.

Iniciadas las conferencias en la Universidad de Leipzig, Hahnemann inauguró en su misma residencia, en la “Bandera de Oro”, el Instituto Homeopático, donde recibía a sus discípulos, ministrándoles la teoría de la doctrina y la práctica clínica de la nueva medicina, en cursos de seis meses al año.

Acostumbraba recibir a sus alumnos en la noche, en la intimidad de su hogar, con los cuales discutía sobre la nueva y la vieja medicina, esclareciéndoles los puntos que les parecían oscuros.
En 1813 publicó Hahnemann”Espíritu de la Nueva Doctrina Médica”. Este trabajo que representa una especie de extracto del Organón, fue posteriormente reproducido bajo una forma más completa, en la segunda parte de la Materia Médica Pura y se encuentra consignado en la traducción de esta Materia Médica hecha por el Dr. Dudgeon.

Fue también en 1813 que Hahnemann tuvo la feliz oportunidad de someter su medicina una vez más a una prueba precisa y concreta. Una epidemia de tifo, traída de las estepas orientales por los ejércitos de Napoleón, cundía en Leipzig. Hahnemann es llamado para proporcionar los recursos de la nueva doctrina médica. Su victoria fue admirable, obteniendo curaciones que alcanzaron el límite de lo increíble.

Publicó Hahnemann en 1814, “Tratamiento del tifo o fiebre de los hospitales, actualmente reinante”.
En 1816, “Sobre la enfermedad venérea, y lo inadecuado del tratamiento usual” y “Sobre el tratamiento de las quemaduras

Los escritos de Hahnemann, libros, opúsculos, artículos en periódicos y revistas etc., le sirvieron de propaganda a tal punto que médicos y laicos de todas partes del mundo, enfermos juzgados incurables, iban a Alemania a someterse al tratamiento de la nueva medicina, enfermos para los cuales la antigua medicina se revelara impotente. Entre estos enfermos se encontraban notables médicos de varios países como eran los doctores Aegidi, Peterson, Necker y muchos otros.

Los éxitos de Hahnemann, lejos de liberarlo de los ataques de los envidiosos e innobles enemigos, sirvieron, al contrario, para despertar nuevas investidas, con la virulencia de los últimos estertores de sus mezquinos enemigos.

Sus éxitos crecían y con ellos la persecución de los adversarios, entre los cuales destacaban los farmacéuticos, porque Hahnemann, desobedeciendo la ley, preparaba sus medicamentos y los distribuía a sus enfermos.

En 1820, Hahnemann fue llamado para tener bajo su asistencia médica al príncipe Schwarzenberg, el vencedor de Napoleón en 1813. el príncipe tenía una hemiplejia derecha, desde el 13 de julio de 1817, bajo los cuidados de los Dres. Von Sax y Marenzeller, sin lograr ninguna mejoría.
La homeopatía era prohibida en Austria por decreto del emperador Francisco I, desde 1819, conquista del Dr. Von Stifft, médico particular del emperador. Pero a pesar de ese decreto, Hahnemann sería recibido y acogido con honores en Viena.
El Maestro rehúsa abandonar Leipzig, y por eso el príncipe de transportó de Viena a Leipzig. Instalóse cerca de la Cuidad Universitaria, entregándose a los cuidados de Hahnemann. El sabio le impuso un riguroso régimen dietético y pronto se notó mejoría.

El Dr. Von Sax y otros médicos que acompañaron al príncipe, deseaban iniciarse en el estudio de la Homeopatía; pero Hahnemann, pésimo diplomático, no se prestó a esto.
Los alumnos del sabio, también se alejaron de los médicos austriacos, exceptuando Hornburg que se ligó íntimamente a ellos.
El príncipe, luego que se sintió mejor, rehusó obediencia al régimen dietético, entregándose al uso y abuso de bebidas alcohólicas, y otros excesos muy habituales en su persona. La agravación del mal, no se hizo esperar. El Dr. Von Sax, apela a los socorros de la Alopatía, en lo que fue encontrado in fraganti por el mismo Hahnemann. Este lo encontró en el momento en que iba a sangrar al enfermo. Hahnemann ya no volvió.
Cinco semanas después, el 15 de octubre de 1820, fallecía al príncipe a los 49 años de edad víctima de un ataque de apoplejía. Como era de prever, los profesores de la Universidad, atribuyeron a Hahnemann la muerte del príncipe.
El profesor Clarus que autopsió el cadáver del príncipe, presentó argumentos capciosos para difamar a Hahnemann, calumniándolo horriblemente.

La lucha en contra de Hahnemann, sus teorías y sus discípulos llega a su clímax en 1825 con el empleo de las dosis infinitesimales. Las hostilidades crecieron con la dilución de los medicamentos, ataques violentos y progresivos. Hasta entonces Hahnemann empleaba los medicamentos y en fuertes dosis de tintura y bajas atenuaciones. Reconociendo que esta posología provocaba agravaciones nocivas al enfermo, retardando y perjudicando la curación, el gran maestro inició la atenuación sucesiva de los medicamentos, deteniéndose en la trigésima dinamización, aconsejando a sus discípulos no transponerla. Pero en los últimos años de su vida, ya empleaba la sexagésima y hablaba de la centésima, quineientosava, trecientosava y todavía más allá de dinamizaciones.

Publicó también Hahnemann en 1825:
  1. “¿Cómo podrá extirparse de manera segura la Homeopatía?
  2. “Información para el investigador de verdad”

A partir de 1816, Hahnemann comenzó que los brillantes resultados por él obtenidos con los medicamentos homeopáticos de acuerdo a sus concepciones, en las enfermedades agudas, no se verificaban en las enfermedades crónicas, donde muchos eran los fracasos. Comenzó desde entonces a buscar la causa o causas de tales fracasos. Gracias a su genio, a su inteligencia poco vulgar, su amor al estudio, su dedicación a las investigaciones científicas, pudo el sabio de Meissen, 12 años después de estudios interrumpidos, en 1827, exponer a sus alumnos más queridos, como eran Stapf y Gross, la elaboración de una doctrina, con una original concepción sobre las enfermedades crónicas.

En 1823, había Hahnemann curado al Cónsul General Baumgaertner, de Berlín, que hacía mucho sufría de una enfermedad crónica juzgada incurable. Y muchas otras curas había hecho de acuerdo con la nueva concepción de enfermedades crónicas.
Las respuestas de sus discípulos Stapf y Gross fueron favorables al pensamiento y a la nueva concepción de Hahnemann.

De acuerdo con la nueva concepción Hahnemanniana, las enfermedades crónicas comprenden: Psicosis, sífilis y psora, todas producidas por miasmas crónicos; psicosis y sífilis producidas por miasmas específicos y la psora abarcando una multitud de enfermedades crónicas originarias de miasmas diferentes y distintos, pero bajo una constitución que previamente hubiése sufrido la infestación del ácarus, productor de la sarna. De allí la denominación psora.

En 1828 después e 12 años de continuos estudios y aplicaciones de su nueva concepción, Hahnemann dio publicidad a su tratado de las “Enfermedades crónicas, su naturaleza especial y su tratamiento Homeopático”.

El 31 de marzo de 1830, a los 67 años de edad, falleció la esposa del gran sabio rodeada de cuidados y atenciones del Maestro y sus hijas.
La enfermedad que la llevó a la tumba se manifestó en esa misma primavera, repetición de un mal que ya le había atacado en 1827, un “Catarro de la tráquea”, agravado todavía más por una “Ulcera purulenta”.
Su muerte fue rápida, ignorando su grave estado de salud los mismos amigos más íntimos de la familia y aún la Duquesa D´Anhalt.

Después del fallecimiento de su esposa, Hahnemann redactó escritos sobre esta notable mujer, dirigiéndole merecidos elogios y criticando algunas de sus actitudes. Fue una mujer de gran corazón y resignadamente dispuesta al sacrificio que condujo a su esposo a la gloria. Vida dedicada al sufrimiento, supo la venerable esposa de Hahnemann soportarlo con abnegación, enteramente entregada a sus deberes domésticos, velando por su hogar, en los cuidados de la educación de sus hijos, en el apoyo moral que impulsaba al Maestro en la esperanza de la victoriosa gloria.

El año de 1830 fue lleno de desgracias para Hahnemann. Además de la pérdida de su querida esposa, sufrió también la de su gran protector el Duque Fernando, cuyo Ducado pasó por herencia a su hermano el Duque Enrique.
Los enemigos de Hahnemann procuraron interceder ante el sucesor del Duque Fernando para que el sabio fuera privado del derecho de dar medicinas a sus enfermos y para hacerlo modificar sus escritos obre el cólera, esto es, negar que el cólera era una “enfermedad contagiosa producida por un miasma agudo”. No obtuvieron lo que pretendían. Verdad prevista y afirmada en una época muy anterior al advenimiento de la microbiología. Mucho antes de Pasteur, por lo tanto, Hahnemann ya sospechaba de la existencia de un miasma  contagioso, transmisor de enfermedades.

En 1831, año inmediato a aquel en que fallecieron su esposa y su gran protector el Duque Fernando, publicó Hahnemann:

1.            La Alopatía. Una palabra de advertencia a los enfermos”.
2.            “Una advertencia a los filántropos sobre la infección del cólera asiático”.
3.            “Sobre el tratamiento preventivo y curativo del cólera asiático”.
4.            “Carta sobre la curación del cólera”.

En estos trabajos sobre el cólera asiático, el anciano Maestro, no solamente describió la sintomatología y la terapéutica a emplear, sino también la profilaxis individual. En la terapéutica, el aconsejó Camphora, Cuprum met., Veratrum album, Rhus tox., Bryonia alb., Phosphorus y Phosphoic acidum, según los preceptos de selección de la  medicina homeopática.
Sostenía Hahnemann la teoría del contagio, a pesar de todavía no ser utilizado el microscopio, como actualmente lo es en los conocimientos médicos, conocimientos que llevaron a Pasteur a llamar microbio a lo que él llamó miasma. Por sus estudios y observaciones, Hahnemann presintió el microbio llegando a afirmar la existencia del contagio por el producto. Pero la concepción de miasma  de Hahnemann, va más allá del microbio, llega al virus filtrante, al ultravirus  de las modernas concepciones.

En el año siguiente, 1832, Hahnemann publicó:
1.            ”Sobre la curación del cólera”
2.            “Observaciones sobre la atenuación extremada de los medicamentos homeopáticos”.

En 1833 publicó Hahnemann:
1.            “Repetición de un medicamento homeopático”
2.            “Ejemplos de tratamientos homeopáticos”.
En 1835:
1.            ¿Será posible una alianza entre la Homeopatía y la Alopatía?”

Creciendo el número de partidarios de la nueva medicina, surgieron las interpretaciones de puntos de doctrina. Estas interpretaciones dieron origen a  dos grupos de homeópatas: los liberales  y los Hahnemannianos, o pseudo homeópatas  y ortodoxos. El Maestro  deploró la separación, no considerando como discípulos suyos s los pseudo homeópatas, a los cuales denominaba “criaturas híbridas, anfibias”  y otros calificativos propios para definir la situación de los revelados en contra de los principios doctrinales.

La publicación del tratado de las enfermedades crónicas vino a aumentar la diferencia de opiniones, siendo las teorías de la psora y las de las altas dinamizaciones  acogidas con entusiasmo por algunos y ácredamente repelidas por otros, estableciéndose así una mayor separación entre los discípulos del sabio Maestro, cuya cohesión jamás debería haber sido quebrantada.

Ésta situación mejoró un poco en 1832 con la creación y la aparición, el 1º. De julio, de la Revista Universal de Homeopatía, la Allgemeini Homeopathische Zeitung, órgano de la Sociedad Universal de Homeopatía, bajo la presidencia del Dr. Mauricio Müller, siendo secretario el Dr. Haubold, y creada en la misma ocasión

Reunidos los homeópatas decidieron instalar un Hospital Homeopático, ejecutando así el acuerdo tomado en ocasión de la reunión del Primer Congreso Homeopático, el 10 de agosto de 1829, en Kötten, bajo la presidencia de Hahnemann, a quien se dio a conocer la organización del hospital.

El 10 de noviembre de 1832 fue el Dr. Mauricio Müller nombrado director del primer Hospital Homeopático, teniendo a los Dres. Hartmann como su asistente y Haubold como su inspector de clínica. El hospital, instalado en  San Juan, suburbio de Leipzig, en una región desierta, cerca de Sandthor, en Glokemstrasse I, edificio compuesto de tres pisos divididos en pequeños compartimentos. En el primer piso fue establecida, la farmacia, la biblioteca, casi toda ofrecida por Hahnemann, la sala de conferencias y la enfermería para hombres, con 12 camas. El segundo piso fue reservado a las instalaciones de enfermería par señoras, igualmente con 12 camas  y habitaciones para las enfermeras. El tercer piso fue destinado a la cocina, administración, y servicios. Como vemos, el hospital tenía nada más 24 camas, 12 para cada sexo.

Instalaciones modestas, pero confortables y aseadas, en un ambiente tranquilo, bien asoleado y ventilado. Alejado del centro de la ciudad, ofrecía condiciones excelentes para el tratamiento homeopático, bajo los cuidados de los médicos homeópatas.

A pesar de todo esto, Hahnemann no perdió el interés en el Hospital que él creía, que por modesto que fuese, podría eficazmente auxiliar la propaganda homeopática. No le agradaba la dirección del Dr. Mauricio Müller, por no ser un representante de la pureza homeopática.

Poco tiempo permaneció en la dirección del hospital el Dr. Mauricio Müller, siendo substituido en septiembre, todavía en 1833, por el Dr. Schweickert, homeópata  puro, al frente de esta institución. Hahnemann no ocultó su gozo felicitando al Dr. Schweickert.

El 10 de agosto de 1835 fue el Dr. Schweickert sustituido en la dirección del Hospital Homeopático por el Dr. Rummel, cuando Hahnemann ya no se encontraba en Kötten. Poco tiempo permaneció Rummel en este cargo. Seis meses lo tuvo bajo su dirección escogiendo para sustituirlo al Dr. Fickel, introducido poco antes en el círculo homeopático.
Este médico era un impostor y verdaderamente un  peligroso enemigo de la Homeopatía. Premeditó ser director del Hospital Homeopático para falsificar pruebas en contra de la eficacia de la doctrina Hahnemanniana.
La comisión organizadora del hospital, sin el menor escrúpulo, sin el más ligero examen de los títulos y de la moralidad del Dr. Fickel lo aceptó. Fue un alarga serie de traiciones e infamias la administración del Dr. Fickel. No prescribía medicamentos  a los enfermos, prescribía nada más azúcar con el fin premeditado de hacer naufragar la nueva doctrina, en vista de la estadística organizada, por este innoble acto, según constatara el Dr. Seidel, escrupuloso asistente del  director.

El Dr. Noack, reconociendo la indignidad de Fickel, lo obligó a dejar la dirección del hospital, el 10 de agosto de 1836, pasándola al Dr. Hartmann.

Hartmann, sin embargo, no era un homeópata puro. Empleaba siempre bajas diluciones. Perdió Hartmann la confianza de sus colegas y el 10 de agosto de 1839 dejó la dirección del hospital. En esa misma ocasión, el Dr. Seidel abandonó igualmente el hospital, en el cual empleara su escrupulosa actividad desde su fundación. Asumió la dirección del hospital el Dr. Noack. El 4 de octubre de 1842 fue clausurado el Hospital Homeopático de Leipzig y la casa vendida a un comerciante.

En la tarde del 8 de octubre de 1834, frente al Hotel de Kötten, baja de un carro un joven extranjero, un francés, según creyeron los que se encontraban presentes en los momentos de su llegada. Pero pronto se dieron cuanta de su equivocación. Se trataba de una señorita francesa que usaba ropas masculinas y viajaba sola, evitando así las probables aventuras que el traje de su sexo podría provocar. Una señorita cuyo apellido era D´Hervilly.
La señorita D´Hervilly, bonita y robusta, venía a Kötten con el fin de consultar al célebre médico Samuel Hahnemann, aunque su robustez contrastaba con su afirmación de estar afectada de los pulmones.        La opinión de los críticos es, que la señorita D´Hervilly fue a Kötten curiosa de conocer la nueva medicina, atraída por el renombre que el sabio Hahnemann venía conquistando por toda Europa. La señorita D´Hervilly pertenecía a una acomodada familia de la pequeña nobleza francesa. Se refería a su padre cuya cultura sobresalía, manifestando profundo sentimiento filial.

Su madre, de una rara belleza, vanidosa de sus encantos, no consintió  que su hija pudiera sobrepasar sus dones de belleza, considerándola, por esta razón, una rival que no podía vivir cerca de ella. Así, a los 20 años de edad, se sintió la señorita D´Hervilly, obligada a abandonar a sus padres, para viajar con la  familia del célebre pintor Lethiere, que la recibió como a una hija y como a hija la trató siempre, rodeándola de cuidados y cariños.

Aislada, sin parientes, poseedora de una gran fortuna, llevaba una vida dedicada a las artes, a la medicina y a los viajes. Fue así que llegó a leer “El Organón del arte de curar”  de Samuel Hahnemann. La lectura le impresionó surgiendo inmediatamente la idea de visitar a Hahnemann, en Kötten. Idea que luego puso en práctica, deseosa de iniciarse en la nueva medicina.

Así se presentó a la consulta de Hahnemann, como si fuera una enferma necesitada de los recursos profesionales del Maestro, cuando su propósito era conocer la nueva doctrina, dicen unos; sin embargo afirman por el contrario, que ella era una enferma desahuciada. Hahnemann acogió con particular cariño a la joven seductora francesa.

No será fácil penetrar en la intimidad de sentimientos de la señorita D´Hervilly, a los 35 años, llena de encantos naturales  y dotada de virtudes, predicados intelectuales y artísticos. Considerando, sin embargo, el estado de Hahnemann, con su espíritu perfectamente íntegro y lúcido, a pesar de sus 80 años de edad, somos llevados a admitir un persistente y activísimo trabajo de sugestión, conducido por la señorita D´Hervilly, con el fin de arrastrarlo a un casamiento tan desigual que sólo el ridículo podría despertar.

Ella no amaba al hombre material, al hombre en la inferioridad de sus sentimientos bestiales. Adoraba a Hahnemann, el sabio, reformador de la medicina, creador de una positiva doctrina de tratamiento de los enfermos, a la robusta inteligencia de in hombre genio, a su cultura, en fin, a un ser pleno de cualidades morales e incomparables virtudes. Era éste al que ella amaba. Quería usar su nombre con el derecho de acariciarlo, guardarlo todo para sí con el placer de un egoísmo que ella jamás abandonó.
Inteligente y culta, como era la señorita D´Hervilly, interesándose por los estudios de Hahnemann, no le fue difícil captar la estimación del Maestro, amistad que pronto se transformó en pasión. Pero una pasión inmaterial; pasión por sentir en ella un auxiliar dedicado a la victoria de su descubrimiento, una compañera que trabajaría tejiendo la corona de laureles que adornaría la amplia frente de su genial inteligencia.

Fue lo que Hahnemann vio en la señorita D´Hervilly, una dedicada e interesada cooperadora en la victoria de su ídolo, cuyos sentimientos morales se unían a los de él para la conquista d la gloria, en un perenne trabajo en pro de la humanidad.    

El 18 de enero de 1835 tuvo lugar la celebración del segundo matrimonio de Hahnemann a los 80 años de edad, con la señorita Marie Melanie D´Hervilly Gohier de 35 años. Las ceremonias civil y religiosa fueron celebradas discretamente en Kötten, no estando presentes ni si quiera las mismas hijas de Hahnemann que no habían sido avisadas. La señorita D´Hervilly preparó todo en secreto. La misma familia en cuya casa se encontraba hospedada, ignoraba los preparativos para el enlace del anciano con la gentil francesa, que supo actuar con reserva y rápidamente para evitar oposiciones.

Ella hizo hincapié en asegurar el derecho de herencia a los herederos del esposo que había escogido. El día anterior al de la ceremonia, Hahnemann, por medio de un dispositivo legal hecho ante un notario público, distribuyó lo que poseía entre sus hijos y nietos, deduciendo, sin embargo, cantidades anteriormente proporcionadas. Cada uno recibió 6,000 taleros, unos 18,000 marcos. Dinero que había sido depositado en el Banco del Estado, en el Ducado D´Anhalt.
Como las hijas no quisieron permanecer en su residencia, porque no aceptaban a la madrastra, Hahnemann compró una casa cerca de la suya, para que sus hijas pudieran estar bajo su vista y cuidado. Esto permitió una relación afectuosa, por lo menos aparentemente, entre las entenadas y la madrastra.

Además de los muchos sinsabores ya sufridos por el Maestro, tales como la desaparición de su hijo el Dr. Federico Hahnemann, y el abandono de su hija Luisa por su esposo, el Dr. Mossdorf, ya referidos, otros golpes más rudos estaban reservados para el sabio anciano. El fin trágico de Federica y Eleonora mucho hicieron sufrir al anciano padre.
Federica, viuda del Sr. André, secretario del correo, se casó en segundas nupcias con Delbruck, de Stotteritz, inspector del correo general, que poco vivió. Después de la muerte de su segundo esposo, Federica se instaló en Dresde, en una pequeña casa.
Una tarde mientras cuidaba sus plantas en el jardín, sin que ella se diera cuanta a causa de su sordera, penetra en su casa un hombre quien le dio muerte inmediatamente. Era un ladrón que entrando en la residencia de su infeliz víctima, huyó llevándose todo el dinero y los títulos que encontró. Poco después fue arrestado el ladrón homicida.

Eleonora, viuda del Sr. Klemmen, se casó en segundas nupcias con el Dr. Wolf, hombre sin escrúpulos. El Dr. Wolf escribió un folleto bajo el título “El consejero Homeopático”, publicándolo usando la firma de su esposa Eleonora, hija de Hahnemann, libro de descrédito para la homeopatía.
Hahnemann lo desenmascaró públicamente.
Este casamiento fue anulado en 1835 por las pésimas cualidades morales del Dr. Wolf.
Eleonora regresó a Kötten donde fijó residencia. Un día fue vista con un abogado de Leipzig, a quien ella había legado toda su fortuna por testamento. En la tarde de ese mismo día ella desapareció y al día siguiente su cuerpo fue encontrado en la Presa de los Faisanes, cerca de Kötten. Las sospechas cayeron sobre el abogado, pero este se defendió, presentando un boleto de ferrocarril y así justificando su ausencia de Kötten en la ocasión del asesinato.

Después del casamiento, la señora Hahnemann procuró convencer a su esposo que el medio de Kötten era muy reducido para el genio de un sabio. Era necesario vivir en París o cuando menos visitar la Ciudad Luz. A pesar del poco entusiasmo por esta idea, acabó Hahnemann cediendo a los deseos de su esposa, con la esperanza de realizar un acorta permanencia en la capital de Francia.

Cuando se anunció la partida de Hahnemann, la población de Kötten, se opuso a ella tenazmente. No se conformaba al verse privada de su médico, cuya presencia era la confianza de la salvación de los enfermos, aún en los casos que creían sin remedio. Esta oposición llegó a emplear fuerza material para evitar que se fuera el gran Hahnemann de Kötten.

Antes de la partida, escribió el Maestro un nuevo testamento, con fecha 2 de junio de 1835, en el cual confirmaba el anterior, registrado en la víspera de su casamiento, en enero del mismo año, además de designar a la Sra. Hahnemann como su heredera universal. Agregó a este testamento ocho listas, repartiendo entre sus herederos todos sus objetos, muebles, libros, y otros como el “Diario de los enfermos”, su archivo médico, etc.

La esperanza del descanso que pretendía gozar en París  y los honores que esperaba recibir de los homeópatas franceses aumentó su deseo de partir, cansado como estaba de las persecuciones y odios que siempre recibiera en su patria, Alemania. Pero la población que antaño lo ofendiera, lo apedreara y agrediera, obligándolo a huir de cuidad en ciudad, no permitía verse privada de él. No consentía que se alejara de Kötten.

Era necesario emplear un ardid. A altas horas de la noche del 7 de junio de 1835, una berlina sale con  destino a París, transportando a Hahnemann y a su esposa. Algunos amigos muy íntimos lo acompañaron hasta Halle, donde en el Hotel “Kronprinz” celebraron la comida de despedida, bajo la silenciosa emoción de los fieles  amigos del sabio Maestro, que muy bien sabían que jamás regresaría a Kötten el reformador de la medicina.

La ausencia de Hahnemann no sensibilizó a los homeópatas alemanes.

Hahnemann y su esposa llegaron a París después de tres semanas de viaje, el 25 de junio de 1835, gastando 21 días en el trayecto hecho en berlina.
La distancia entre Kötten y París es de 800 kilómetros. Hecho el viaje en las condiciones determinadas por la Sra. Hahnemann, para no cansar al sabio, la berlina no podía haber recorrido más de 45 a 50 kilómetros por día. Esto nos leva a admitir que la partida se haya realizado el 7 y no el 14, llegando a la capital de Francia el 25 según se comprueba en la medalla ofrecida por los homeópatas franceses, todo en 1835.

El anciano sabio era esperado ansiosamente en París por los partidarios de su medicina, miembros de la Societé Parisiense d´Homeopatie, que le prestaron sus debidos homenajes.
Cuando todavía se encontraba en Kötten, Hahnemann recibió el Diploma de Presidente Honorario de la Societé Gallicane de Homeopatie, en carta con fecha 12 de mayo de 1834.
Hahnemann, recibido con extraordinaria pompa, ocupó un lugar de honor en la presidencia. En esta ocasión fue grabada una medalla de oro, ofrecida al Maestro por los homeópatas franceses.  La medalla tiene en el anverso la efigie de Hahnemann, en alto relieve, rodeada por su nombre: Samuel Hahnemann: en el reverso, se pueden ver tres áreas circulares, concéntricas con inscripciones; en la central se lee: Similia Similibus Curentur;  en la periférica: Né a Meissen le 10 avril, 1775 Venu en France le 25 juin, 1835.  En el área circular intermedia se encuentra la inscripción: A leur Maitre, les Homeopathistes Francais.
Esta medalla, con una carta dictada por Hahnemann y escrita por su esposa, se encuentra en una botella en la tumba de Hahnemann en el panteón del Pere Lachaise. Sirvieron como documentos de identificación cuando exhumaron y transportaron los restos mortales del sabio, del cementerio Montmartre para el de Pere Lachaise, en 1898.

Con la llegada de Hahnemann a París, los intereses de los alópatas se sintieron perjudicados por la presencia del sabio en la capital de Francia. Era una personalidad de mayor relieve que venía, con una nueva doctrina, a disputarles la curación de los enfermos y capaz de quitarles su clientela. La Academia de Medicina SE dirigió a Guizot, entonces Ministro de Instrucción Pública, solicitando que se prohibiera a Hahnemann el ejercicio de la medicina en Francia.
La respuesta no se hizo esperar: “Hahnemann, dijo Guizot, es un sabio de gran mérito. La ciencia debe ser para todos. Si la homeopatía es una quimera o un sistema sin valor propio, caerá por si misma. Si ella es, por el contrario, un progreso, se desarrollará a pesar de nuestras medidas prohibitivas, y la Academia ha de recordar antes que todo, que tiene la misión de hacer progresar la ciencia y de estimular los descubrimientos.”

Hahnemann por decreto ministerial de 12 de octubre de 1835, obtuvo la autorización para ejercer la medicina en Francia, pero le fue negada la facultad de instalar un hospital.

Encontró Hahnemann en París a varios discípulos que ansiosamente lo esperaban dedicados a la práctica y al estudio de la Homeopatía. Se veían entre otros a los Dres. Curie, Leon Simon (señor) y Jourdan, en París; además de los Dres. Des Guide, Desaix y Rapou (padre), en Lyon; Dr. Gastier, en Thoissey; Dr. Pierre Dufresne, en Ginebra, etc.
Instalóse la pareja en la calle de Saints-Peres No. 26, en 25 de junio de 1835, en el antiguo y reducido apartamento de la que fuera señorita D´Hervilly, Madame Hahnemann en esa época. Lo reducido de la casa, los obligó pronto a cambiar su residencia para la calle Madame No. 7, en el barrio de Luxemburgo.
Recibió Hahnemann cariñosos homenajes prestados por los miembros de la Sociedad Parisiense de Homeopatía, en ocasión de su llegada a París.
Pensóse entonces en la instalación de un hospital homeopático o un dispensario donde fuera practicada la clínica homeopática.

Hahnemann encontró en París la revista “archives de la Medicine Homeopathique”,  publicada por una sociedad de médicos, cuyo primer número salió en junio de 1934 bajo la dirección del Dr. A.J.L. Jourdan. Esta revista tuvo bastante éxito, siendo publicada en 1834 y 1835, fecha en que se unió al “Journal de la Medicine Homeopathique”, fundado por los Dres. Leon Simon y Curie.
Hahnemann, a pesar de su ya avanzada edad, siguió trabajando, infatigablemente, explicando sus doctrinas a sus discípulos y a todos los que deseaban conocerlas.
Las amplias relaciones sociales, artísticas y literarias de la Sra. Hahnemann atrajeron para el sabio, numerosa y escogida clientela. Muchos fueron los casos juzgados como perdidos que fueron salvados por Hahnemann.

La Sra. Hahnemann, de cultura e inteligencia indiscutibles, era un médico práctico, profunda conocedora de la Homeopatía, auxiliar inmediato e incomparable del Maestro bajo cuyos cuidados e inimitable celo gozaba su ancianidad.
Hahnemann, deseando obtener para su esposa un título honorífico, lo solicitó al Dr. Constantino Hering, que en 1835 había fundado el Instituto d´Allentown, en los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero el Instituto censuró al gran Maestro Samuel Hahnemann por haberse mantenido insensible a los pedidos del Dr. Henri Detwiller, uno de los fundadores del Instituto, que fuera a Europa con el fin de conseguir algún capital para el Instituto, aunque Hahnemann y su esposa lo recibieron muy cariñosamente. Por algún tiempo el Instituto se resistió al pedido del Maestro. Por fin cedió, concediendo a la Sra. Hahnemann el diploma de Doctor Honoris Causa.

Siempre trabajando, ya sea en el servicio clínico o en la enseñanza o en la preparación de la sexta edición del Organón y en el estudio del Arsénicum, que agregó a su Tratado de Enfermedades Crónicas, el Maestro proseguía, recibiendo a sus discípulos, principalmente a los Dres. Mure, Malan, Croserio, Chatran, y Jahr, su discípulo desde Kötten, los cuales se conservaron fieles a los preceptos de sus doctrinas, convirtiéndose en sus grandes amigos.

En abril de 1843, reapareció el tradicional bronquitis que atacaba al Maestro en la primavera. Al principio él mismo se atendió. Posteriormente llamó para asistirlo al Dr. Chatran. A pesar de los cuidados y cariños del discípulo y de la esposa, la enfermedad se resistía a la medicina y día tras día se agravaba el estado del genio de Meissen. La Sra. Hahnemann comunicó a las hijas del Maestro el grave estado de salud de su esposo. Amelia, en compañía de su hijo Leopoldo, dirigióse a París a fines de junio de 1843, pero ya no pudo hablar con su padre, porque se temía que la emoción provocada por la presencia de Amelia, a quien mucho quería, pudiera abreviar su muerte.

Todos los socorros homeopáticos fueron impotentes. El organismo ya no reaccionaba a la bien escogida medicina. Inútiles fueron la capacidad profesional del Dr. Chatran y el cariñoso celo de la Sra. Hahnemann.

A las 5 horas de la mañana del día 2 de julio de 1843, en la calle Milán No. 1, extinguióse la vida de Cristiano Federico Samuel Hahnemann, el Dr. Samuel Hahnemann, el mayor genio reformador de la Medicina, creador de la Escuela Homeopática, rodeado de su dedicada esposa, de su querida hija Amelia, su nieto Leopoldo Suss, sus queridos discípulos y amigos, bajo consternación general. Fue Jahr, médico que lo asistió en los últimos momentos, el primero que compareció, en la mañana del fallecimiento, al llamado de Madame Hahnemann. fue él quien, en compañía del Dr. Croserio, levantó el acta de defunción.

El día siguiente, 3 de julio, el cuerpo fue embalsamado por el Dr. Gannel, que utilizó sulfato de aluminio. A solicitud de la viuda, la policía dio autorización para que el cuerpo embalsamado permaneciera algunos días en la casa de la calle Milán No. 1, a donde diariamente afluían, en vista al cuerpo del Maestro, los discípulos, los amigos y una infinidad de personas que gozaban de los beneficios de la homeopatía prescrita por el sabio. Fue hasta la mañana del 11 de julio que tuvo lugar la inhumación del cuerpo de Hahnemann, en el cementerio Montmartre, en la tumba donde ya reposaban los restos mortales de Lethiere, padre adoptivo de la viuda de Hahnemann, y Gohier, que le había dado su nombre, como anteriormente referimos. Sus funerales fueron sencillos y modestos, como modesta y sencilla había sido su vida.

Murió el gran sabio a los 88 años de edad, todavía fuerte, en la integridad de sus funciones intelectuales.